No se ha desaprovechado una ocasión única, por supuesto, y la adaptación a la gran pantalla del célebre caso sobre la comercialización del funesto producto farmacéutico Mediator 150 mg, gracias al coraje de una doctora, alcanza parte de sus objetivos, aunque en honor a la verdad los resultados podían haber sido superiores. Sin que la denuncia caiga en saco roto y con algunos momentos intensos, hay que decir, sin embargo, que no se consigue conjugar la emoción y la vitalidad en la medida necesaria. Da la impresión desde fuera que la directora Emmanuelle Bercot no ha encontrado el punto dramático que requería una historia como ésta.

Es más, sobre un asunto similar, como reza la publicidad, Erin Brockovich supo llegar bastante más lejos. Aun así, nadie pone en duda el interés de la película y sus innegables bondades para recomendarla. Autora de 'Clement', 'Backstage', 'El viaje de Bettie' y 'La cabeza alta', cuatro títulos interesantes, la cineasta francesa no le ha tomado el pulso a las imágenes, al menos en la medida necesaria. Tenía entre manos un material, en efecto, explosivo y escandaloso que, además, se basa en hechos reales de una notoria trascendencia. El meollo, sobre todo, estriba en que saca a la luz un tema casi tabú, el de los manejos de la industria farmacéutica para lograr beneficios millonarios.

Una estrategia que supone comercializar medicamentos con grave riesgo para el enfermo como consecuencia de unos gravísimos efectos secundarios. Algo de lo que se percató la doctora de Brest Irene Frachon y que la llevó desde 2009 a poner en marcha una cruzada para que todo el mundo conociese la verdad. Era, desde luego, una odisea imposible, un atrevimiento sin límites que planteaba otra vez la lucha de David contra Goliat. En esta ocasión, por suerte, la ayuda de un grupo de colegas convencidos y de su familia de que había que intentarlo de nuevo fue decisiva para que la realidad se fuera abriendo paso entre un bosque de dificultades.