Para Alberto Ammann todo comenzó una tarde, que guarda en la memoria quizás un poco idealizada -"como todos los recuerdos importantes"-, en la que se dirigía a sus clases de guitarra clásica en el conservatorio y pasó por delante del cine Ángel y Azul de Córdoba, la ciudad argentina donde nació hace 38 años. En la puerta, un cartel avisaba de que en el interior se realizaban pruebas para elegir el reparto de un cortometraje. Entró. Fue probar a ser otro y encontrar vocación y proyecto de vida profesional, por más que la música de vez en cuando le recuerde que, durante muchos años, la importante fue ella y entre sus proyectos siempre ande enredando.

Desde que llegó a España a mediados de la pasada década, con 2.000 euros -"los ahorros familiares"-, la vida le ha llevado por otros caminos. Pasó por trabajos basura -"limpiando mesas por cuatro euros a la hora, para pagar mis estudios de interpretación y devolver el dinero a mis padres"-. Por el vía crucis de los castings, "aunque mis compañeros de escuela siempre pensaron que empecé a moverme tarde, pero creí que no debía hacerlo hasta estar formado", explica. Y finalmente, vivió la sorpresa de hacerse popular de la noche al día con su primera película, Celda 211, que le permitió saldar la deuda pendiente y ganar un Goya.

"Aquello me tuvo un poco atemorizado -dice-, por esa especie de maldición de que, detrás del premio, venga un periodo de sequía que te puede hacer desaparecer". No fue así. Llegaron trabajos: Lope, Invasor y Combustión a las órdenes de Calparsoro o Tesis para un homicidio, en su país de origen y mano a mano con Darín. Hasta protagonizó un anuncio de perfumes con una seductora, aunque huidiza, Keira Knightley.

En este momento destaca su presencia en dos de las series internacionales de mayor impacto. En Narcos, basada en hechos reales y con dos espléndidas temporadas a cuestas, el personaje que interpreta -el traficante Pacho Herrera, conocido como "el hombre de los mil rostros" por su afición a cambiarse el rostro con cirugía- cobrará especial relieve en su calidad de suministrador del cartel de Cali en Nueva York, a la muerte de Pablo Escobar. "Mi personaje era un ser detestable y, por ello, muy interesante de investigar e interpretar". Sobre Escobar, el actor es rotundo: "Para mí es un monstruo, no hay nada de él admirable aunque probablemente haya sido otra víctima del sistema individualista y violento que hemos creado y de ahí pasó a ser victimario porque lo otro no lo podía asumir. Me produce curiosidad a nivel antropológico si lo analizas como reflejo de la sociedad".

Su nuevo trabajo, Marte, llega envuelto en expectación ya que, dando una vuelta de tuerca más al concepto de docudrama, combina el documental de alta calidad visual, con entrevistas reales a destacados científicos, con la ficción que desarrolla la aventura de una tripulación internacional rumbo al planeta rojo. Con todo este lío, confiesa que "en todo el año pasado, no pude estar en Madrid, donde vivo, un solo día".

¿Compensa?

Creo que sí. Son trabajos muy atractivos y eso produce satisfac­ción, que se traduce en alegría. Y estoy feliz hasta que dejo de estarlo. Querer colocarte a la altura de las exigencias de los demás, pero sobre todo de las propias, es muy difícil. Estoy muy crítico conmigo mismo. Siempre lo he sido; incluso despiadado. Ahora parece que me quiero algo más y voy ­asumiendo que llego hasta donde llego y que enojarme por no saber asumir las dificultades o las limita­ciones es insano. Esto nos pasa mucho a los seres humanos en general, pero si además eres actor€

Ese es su objeto de estudio. El humano. Esa especie que "partiendo de unos inicios ligados a la violencia y la sangre, algo que obviamente no hemos abandonado del todo, ha evolucionado hasta domar y transformar su propia naturaleza manipulando la genética, ahora a través de células madre; es una maravilla que si has perdido tu brazo, puedan recrearlo, al menos, que estén en ello y parezca posible".

Somos esa especie que mira al cielo en busca de respuestas. "¿No es alucinante -reflexiona Ammann- cómo el hombre se sigue preguntando qué hay más allá de las estrellas? Esa curiosidad aventurera y ese espíritu lúdico nos acompañan; ahí está el éxito de Star Wars entre diversas generaciones. Dicen que en el año 2030 ya estaremos saliendo para Marte. Cuesta encajarlo. Lo de conquistar nuevos territorios lo llevamos en el ADN, aunque ojalá consigamos hacerlo en un futuro de una manera no violenta. Pero, más allá de eso, seguimos mirando hacia arriba buscando el porqué de la existencia, de dónde venimos, cuál es el sentido de esta experiencia€"

Ha utilizado la palabra violencia en varias ocasiones€

Porque nos levantamos y nos acostamos con ella. Está en las calles, pero, sobre todo, en el Estado. La primera violencia es quitarle su valor a la democracia, lesionar los derechos básicos del ciudadano a través de la represión policial y pisotearlo mediante lo que llaman ahora el austericidio; esas políticas económicas y sociales que lo único que hacen es restringir y limitar el bienestar social.

¿Qué mayor violencia hay?

Aunque ande de acá para allá, sigue las informaciones de cuanto acontece en el país "con enorme tristeza, la verdad", confiesa. "Ahora mismo resulta muy difícil creer en los representantes políticos que no respetan el sentido de los votos recibidos, preocupados en intrigas y maniobras. La gente ya no cree que vayan a hacer algo que mejore sus vidas. ¿No hay una ley de responsabilidad política que permita inhabilitar al que convierte en milongas sus promesas electorales? Vivimos en una ilusión de democracia que no es tal; que es una gran mentira y que genera violencia en lo general y particular. Sería terrible para ellos que la gente dejara de ir a votar. Porque, si tienes el 25% del 60% de los votos, porque el otro 40% se abstuvo, ¿a quién representas? ¿Eso es una mayoría?".

Subraya con energía que no es un actor comprometido el que habla: "Lo soy de mucho antes de saber que me dedicaría a la interpretación. A los 9 años, cuando vivimos la hiperinflación con el gobierno de Alfonsín, ya me enteraba de todo y sabía qué estaba pasando. En mis primeros recuerdos, que son además muy cálidos y muy bonitos, estoy correteando por debajo de las mesas en reuniones políticas".

Tiene su explicación: sus padres fueron fundadores del Partido Humanista en Argentina en 1984. Él, Luis Alberto Ammann, fue candidato a la presidencia en 1989 y en el 2007, pero, antes de todo esto, al mes de nacer su único hijo, la familia tuvo que refugiarse en España, para huir de la dictadura militar. "Es curioso -comenta el actor-. Cuando volví a España dos décadas después, todo me resultaba familiar, aunque sólo estuve acá mis tres primeros años. Pero aprendí a andar y a hablar en ese tiempo€".

¿Ha llegado a alguna conclusión tras tantos años de reflexiones? Positiva, a poder ser€

Muchas. Están fundadas, sobre todo, en el deseo y la esperanza, pero también en hechos que he podido constatar. Creo en el ser humano. Somos capaces de cosas maravillosas, constructivas y bellas. Pero me preocupa que estemos perdiendo la empatía. En Colombia votaron sí a la paz en aquellas zonas en las que el conflicto les ha afectado directamente, donde han perdido a sus familias o han sido torturados. Sin embargo, la gente de las ciudades, más alejada del problema, se decantó por el no. Estoy convencido de que iremos a mejor; acabaremos entendiéndonos y apartando la violencia con que nos tratamos, pero no sé si para eso habrá que llegar a la catarsis definitiva que sería una nueva guerra mundial, antes de volver a empezar€

Suerte que iba a ser positivo€

Lo siento. Es verdad.

Y su carcajada afloja tensiones y le aligera la voz. "Es que no es fácil. ¡Que sólo trabajamos el 8% de los actores españoles ganando lo suficiente para llegar a fin de mes! Nos están degollando por venganza desde que abrimos la boca con el ´no a la guerra´", dice. Y explica con detalle las consecuencias de que se mantenga el IVA cultural en un 21% "mientras la industria del porno sólo paga un 4%".

Empeñado en hacer realidad un viejo sueño que comparte con su pareja, la profesora de interpretación Clara Méndez Leite, de crear una escuela teatro, cuenta que "la realidad nos pone en nuestro sitio". "Eso tan cacareado de ser emprendedor es imposible si no se dan las condiciones -indica-. Constatamos que muchos compañeros prácticamente pagan para trabajar en el teatro a ver si alguien les ve y les da un papel. Los técnicos tienen un nivel increíble. Fuera no se pueden creer con qué poco presupuesto hacemos las cosas. Pero claro, si empiezas a sacar un material cojonudo de factura por tan poco, el del dinero piensa: 'Si logro esto apretando el cinturón, ¿por qué voy a gastar más? ¿A mí qué me importan los derechos laborales de esta gente?'. El día que explicaron cómo explotar a los demás, parece que la clase estuvo llena".

Es consciente de su buen momento, sin embargo. De cómo su presencia en producciones televisivas tan destacadas (Marte la producen el ganador del Oscar Ron Howard y Brian Grazer, artífice de la serie 24) podría abrirle las puertas de la industria norteamericana. Ese sueño que tantos comparten y tan pocos consiguen. "No es algo que esté en mi cabeza, porque no busco resultados rápidos -asegura-. Todo indica que eso puede pasar, pero no pienso en ello. Mis proyectos están enfocados a España, donde vivo, y ­Argentina, el otro país que amo, donde nací y tengo amigos y familia. No me hago la idea de que 170 millones de personas puedan ver mi trabajo en su casa. Ni quiero pensarlo, la verdad. Me da un vértigo terrible, aunque pienso que es una de las partes más bonitas de mi profesión".