Menudo revuelo se ha formado por la emisión tardía del concierto homenaje a Cecilia, que TVE​ tenía guardado en la nevera y decidió lanzar en la madrugada del sábado de Navidad. Desde El País, críticos como Fernando Navarro se lanzaron a la yugular de los responsables de la televisión pública indignados por el maltrato al que somete a la música pop. Es verdad que Querida Cecilia fue un concierto hermoso con numerosos momentos para el recuerdo, como los que protagonizaron Ana Belén y Víctor Manuel, Miguel Ríos, Sole Giménez o los hermanos Uranga de El Consorcio. Pero llama la atención que este enorme tirón de orejas vaya a parar precisamente a la cadena pública, que al final es la única que se digna a grabar y emitir este tipo de eventos.

¿Qué tendríamos que decir, entonces, los aficionados a la ópera, cuando nos emitieron a traición, una madrugada del domingo al lunes, Rodelinda de Haendel? Por si sirve de consuelo a los poperos y a Santiago Alcanda, organizador del concierto a Cecilia, Rodalinda finalizó su emisión una hora más tarde que aquel. Y fue vista solamente por 15.000 espectadores. Y no era una Rodalinda cualquiera. Se trataba del montaje que se pudo disfrutar el pasado mes de marzo en el Teatro Real. Un montaje del que la televisión pública adquiere los derechos de emisión, pero que más tarde decide lanzar en antena cuando nadie lo ve, para que no le afecte en absoluto a la hora de realizar el cómputo de las audiencias. Qué quieren que les diga. Un país cuyos periodistas, críticos y músicos no se molestan en escribir ni una línea para lamentar que la única ópera barroca emitida por televisión en un lustro lo haya a las 4 de la madrugada es un país, cuando menos, empobrecido culturalmente. Por eso, desde aquí, denuncio el "operacidio".