Michael Phelps es como Hércules, un dios con parte humana que de vez en cuando muestra sus debilidades. El estadounidense, en el mismo día en que se confirmaron los presagios y superó a la gimnasta Larisa Latynina como el deportista olímpico con más medallas de la historia -ya tiene 19 y aún le quedan, como mínimo, dos opciones más-, sufrió también su primera derrota en once años en 200 mariposa. Y con un error de novato frente al sudafricano Chad le Clos, que le ganó el duelo en la última brazada por tan solo cinco centésimas (1.52.96 por 1.53.01). Era la presea número 18 para el nadador de Baltimore, con la que igualaba a la soviética. Amargo dulce para el norteamericano, que pudo quitarse la espina y celebrar por todo lo alto la medalla 19. Fue un oro como una casa en el relevo de 4x200 libres. Estados Unidos era el favorito, pero Francia, con la estrella emergente Yannick Agnel, amenazaba su hegemonía. Lochte, Dwyer y Berens se encargaron de dejar a su líder con casi tres segundos de ventaja. El delfín galo intentó recortar la distancia, pero Phelps, esta vez, se vistió de divinidad para convertirse en inmortal.

Esto, no obstante, no le llega en su mejor momento. El Phelps de Londres dista mucho de ser el intratable nadador de hace cuatro año en Pekín, aunque Bob Bowman, su entrenador, haya dicho que está al 90%. Quizás, Lochte demostró al resto de nadadores la parte humana de su compatriota y abrió el camino al resto. Pero da la sensación de que doce años ya en lo más alto de la natación mundial empiezan a pesar. A Phelps le quedan cuatro días antes de poder darse a la buena vida. Cuando se termine la competición en la capital británica, dirá adiós para siempre, una despida muy deseada, porque no es fácil mantenerse tanto tiempo al máximo. Lo demuestra que, hasta ahora, ningún hombre -sí dos mujeres, la australiana Dawn Fraser y la húngara Krisztina Egerszegi- ha conseguido encadenar tres títulos en la misma prueba. Casi lo logra otro semidiós, el ruso Alexander Popov, que sumó dos dobletes en 50 y 100 libres en Barcelona 92 y Atlanta 96, pero en Sidney solo pudo ser plata. Ahora, el único que puede aspirar a ello en una prueba individual es el japonés Kosuke Kitajima, que compite hoy en la final de 200 braza, aunque tanto el húngaro Daniel Gyurta como el sorprendente británico Michael Jamieson, espoleado por su público, se lo pondrán difícil. Huele a relevo en la natación mundial. En Londres, de momento, ningún campeón olímpico en Pekín ha podido repetir hazaña. Los casos más desastrosos han sido los de la australiana Stephanie Rice y la italiana Federica Pellegrini, fuera incluso del podio. En la piscina, la experiencia no es un grado.