Víctima de esa forma de desaliento estacional que llamamos astenia, me aplico con lentitud y estupefacción a la lectura del periódico, donde lo único nuevo que aparece es la captura de Pepe el del Popular. Algo es algo. Este hombre hizo al banco en el que trabajaba un agujero de 6.000 millones de pesetas y huyó a México, estableciéndose con una identidad falsa en la ciudad de Veracruz, donde trabajó como representante comercial de diferentes empresas. Le acompañaba en el destierro su mujer, que se esfumó también, sin dejar rastro, a los pocos días de la desaparición de su esposo. En el momento de ser detenido llevaba 18 años fuera de la circulación. Un récord.

Visto con la perspectiva que da el tiempo, 6.000 millones de pesetas son una minucia. Ahora se estafa de otra manera, más a lo grande, y los estafadores, después de haber arruinado a media humanidad, reciben primas por su buena gestión. Pepe no arruinó a nadie, puesto que el banco reintegró a todos los estafados hasta el último céntimo. En cuanto a la entidad para la que trabajaba, qué quieren que les diga, debe de seguir ahí, si no se ha fusionado con otra. O sea, que Pepe el del Popular es un santo, además de un modelo de discreción y un paradigma de fidelidad conyugal (compárenlo, por poner un ejemplo, con El Dioni). Es probable que en Veracruz se levantara todos los días temprano para ir al tajo, aunque tenía sus ahorros.

Lo que nos preguntamos, precisamente, es cómo sería su vida cotidiana. ¿Se acostumbró a que no le detuvieran o se extrañaba de ello cada vez que sonaba el despertador en su casa de Veracruz? Dieciocho años son casi siete mil días, uno detrás de otro, pin, pan, pin, pan, pin, pan. Cabe suponer que, aparte de su mujer, no se relacionaba con nadie de su familia ni de sus amistades antiguas. Estrenó vida como el que estrena un traje. ¿Cómo era esa existencia nueva? ¿Le venía grande o estrecha? ¿Le cambió el carácter? ¿Tuvo alteraciones psicosomáticas? ¿Sentía nostalgia de la identidad antigua? Si este hombre hubiera llevado un diario íntimo de esa especie de cautiverio inverso en el que ha vivido durante los últimos años, yo daría mi mano izquierda por leerlo.