La negativa municipal a la conselleira de Sanidad de utilizar el Centro de Los Rosales para una charla a sus vecinos sobre la terapéutica recomendada para el tratamiento de la gripe A no es una prueba de buena crianza. La decisión adoptada por la concejal Silvia Longuera ha sido tan arbitraria como insostenibles sus argumentos. En otro escenario, más purista, como el de Celanova Casa dos Poetas, al titular de la Real Academia Gallega le traicionó su próvido subconsciente y no tuvo empacho en lanzar diatribas contra una nonata ley de política lingüística ante su inspirador, el presidente de la Xunta de Galicia. Estas salmodias populacheras, cara al publico, producen siempre el efecto contrario del que persiguen y sirven para evidenciar cómo sus protagonistas no aciertan a decir lo que se debe en cada caso y en cada momento y lugar. El académico perdió la línea del mapa y arrastró posteriormente a eruditos de las siglas. En un país donde las filtraciones suplantan a las ideologías, corremos el riesgo de ocultar la verdad por conveniencia política. Es saludable releer a Webber y a Arendt, que exigían a la política, en su expresión más noble y existencial, prudencia y mesura, virtudes que debieran ser contagiosas para quienes ostentan responsabilidades institucionales. Ante el panorama actual, hay que estar alerta frente a las arbitrariedades que atentan contra la libertad, y la libertad para elegir el idioma en el que los padres quieren que se eduque a sus hijos es sagrada y así lo fija nuestra Constitución. Además, en términos democráticos, es lo que exige la mayoría de Galicia. Huyamos de pantallas interesadas y de silogismos perversos. Remedando a Camilo J.Cela, no crea sombras quien se obstina en confundirse con la sombra misma. Los casos de Los Rosales y de Celanova son dos ejemplos de transgresión de las normas de buena crianza política. Quienes las infringen, al principio son ofensivos, después vulgares y ridículos.

Los miles de turistas trasatlánticos que arribaron a La Coruña confirmaron, una vez más, que nuestra calle Real, arraigada y extravertida, viene a ser la facundia de la ciudad. Causaba melancolía contemplar cerrado el bazar Martí, cuyo titular, D. Manuel Martí Boby, popularmente ejercía, en situaciones parecidas, de políglota gestual. Con economía de elementos lingüísticos internacionales, ponía en acción su privilegiado abanico de afectos para llegar a todo el mundo. Boby Martí nunca perdió su buen humor, ni su generosa amabilidad, siempre ajeno a cualquier compensación. Es un personaje muy querido e imprescindible del paisaje de la calle Real, el escaparate de nuestros sentimientos.