El actor norteamericano Larry Hagman, muy famoso por su interpretación del malvado JR en un serial de televisión que duró 13 años, ha venido a España para promocionar otra producción en la que interviene. No vi ningún capítulo de aquélla pero me alegra saber que el protagonista principal hace lo mismo que yo y sólo enciende el electrodoméstico para ver algún informativo que otro o cuando retransmiten un evento deportivo de especial interés. No obstante, estuve al tanto de las andanzas del personaje porque mucha gente hablaba de él y hasta hubo propietarios de bares que le pusieron su nombre al establecimiento. Aun hoy en día hay muchos bares JR por toda España y no faltarán personas, sin sólida formación en la evolución histórica del culebrón televisivo, que lo crean una abreviatura de José Ramón o de Juan Rodríguez, cuando solo son las iniciales de John Ross Ewing, un multimillonario tejano que disfrutaba haciendo daño a sus semejantes. Afortunadamente, Larry Hagman ha sobrevivido a JR y a un trasplante de hígado, y a sus 78 años ha hecho unas declaraciones muy sensatas a su llegada a Madrid. De una parte, denunció los "ocho años de fascismo que su país vivió bajo el mandato de Bush", y de otra, alabó el sistema nacional de salud español, al que cataloga como el mejor de todos. "He viajado por todo el mundo y me he entrevistado con muchos médicos. El sistema público español es el mejor. ¡Son capaces de salvar a siete personas con los órganos de un mismo hombre! Si usted está enfermo -concluyó- , ya sabe, venga a España". Estas dos rotundas afirmaciones habrán sorprendido en algunos círculos pero no dejan de ser tan claras como ciertas. Los ochos años de Bush no pueden catalogarse eufemísticamente de neoconservadores, término que gustan de utilizar los medios, sino lisa y llanamente de fascistas. Porque fascista fue el clamoroso pucherazo electoral que lo llevó a la presidencia; fascista fue la utilización de los todavía no esclarecidos atentados del 11-S para declarar la guerra global a un terrorismo ubicuo y misterioso; fascista fue la invasión de Irak y de Afganistán; fascistas las mentiras sobre las inexistentes armas de destrucción masiva; y fascistas las cárceles secretas y las torturas en el limbo de Guantánamo. El fascismo con parlamento es tan perverso -o más- que el fascismo totalitario. Entre otras cosas porque es menos reconocible y podemos defendernos peor de él. En ese sentido, la denuncia de Larry Hagman, un norteamericano rico y famoso, tiene un gran valor testimonial y viene a confirmar lo que ya anunciaba hace años un compatriota suyo, el escritor Gore Vidal. "Estados Unidos es un país que no está a salvo de convertirse en una potencia fascista". En cuanto a sus elogios al sistema nacional de salud español, tan amenazado por los proyectos privatizadores de algunas autonomías, me temo que la ministra de Sanidad del Gobierno de Zapatero se ha perdido aquí una baza propagandística fabulosa y gratuita. ¿Cuánto vale un anuncio en televisión, de un trasplantado de hígado tan famoso a favor de la sanidad pública? En La Moncloa hay un regimiento de asesores de imagen, pero como diría un querido colega de Oviedo, "no ven un buey volar".