El órdago lanzado por el rector de la Universidad de Santiago, Senén Barro, al negarse a acatar la orden dictada por la Consellería de Sanidade para que paralice la convocatoria de contratación de profesores asociados para formar alumnos de Medicina en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña, parece indicar que el responsable del campus compostelano no tiene intención de avanzar por la senda de la descentralización universitaria acordada por las tres universidades gallegas en un pacto alcanzado en la época del bipartito. El conflicto larvado desde hace meses por la decisión de qué universidad debe contratar a los docentes que asuman la formación práctica de los estudiantes de Medicina que realizan prácticas en los hospitales de A Coruña y Vigo se ha enconado hasta desembocar en una crisis abierta en la que el rector compostelano ha mostrado sus cartas con una actitud altanera que rechaza el diálogo: "No vamos a ceder".

Al fondo de esta polémica puntual se encuentra un problema de mayor calado: la legítima aspiración de la universidad coruñesa a contar con una facultad de Medicina. La intransigencia numantina de Senén Barro contrasta con la moderada firmeza del rector coruñés, José María Barja, que se vio obligado a desmentir las declaraciones del conselleiro de Educación Jesús Vázquez -en cuyo alero se encuentra ahora la pelota tras el frenazo de Pilar Farjas a las pretensiones del rector compostelano-, en las que aseguraba que los responsables de la Universidad de A Coruña no querían "una segunda facultad de Medicina". "En este momento no estamos hablando de nuevos centros -concedió Barja-, pero siempre dijimos que no renunciaríamos a nada". A lo que no se muestra dispuesto el rector coruñés es a perpetuar un anacrónico centralismo universitario que impide que los estudiantes del complejo hospitalario coruñés sean formados por docentes de la Universidad de A Coruña. Un paso intermedio que parecía estar consensuado hasta que la Universidad de Santiago decidió iniciar unilateralmente la contratación de docentes para los hospitales de A Coruña y Vigo, en un claro desafío a las otras dos universidades gallegas que cosechó también el rechazo del campus vigués.

El enfrentamiento tiene un trasunto de intereses localistas que se evidencia en manifestaciones como las del decano de Medicina de Santiago, José María Fraga, en las que afirma que "descentralizar la docencia de la Medicina sería un atraso", para concluir tajantamente que "las clases las seguirán dando los mismos".

Al respecto de atrasos, convendría recordar que el premio Caixanova de investigación de 2004 recayó en un estudio que revelaba que dos de cada tres antibióticos recetados a enfermos con infecciones respiratorias en las urgencias hospitalarias tenían una prescripción inadecuada. El autor del informe, el médico gallego José María Eiros, que posteriormente dirigiría el Centro Nacional de Microbiología y actualmente forma parte del Comité de la Gripe de la Unesco, ponía de manifiesto en su investigación precisamente la necesidad de potenciar la formación en los hospitales, en la que detectaba importantes lagunas. "De qué sirve una sofisticada tecnología, una excelente asistencia sanitaria y una investigación de primera línea, si no podemos transmitir nuestros conocimientos médicos a las jóvenes generaciones", se lamentaba en este periódico Luis Antón Aparicio, profesor titular de la Universidad de A Coruña y jefe clínico de Oncología en el Complejo Hospitalario Universitario de A Coruña. Numerosos investigadores clínicos gallegos que ocupan relevantes puestos en instituciones médicas de referencia internacional manifestaron en diferentes entrevistas realizadas por este diario en los últimos meses su coincidencia en identificar la "endogamia" como uno de los principales males a corregir en el ámbito universitario gallego, muy reticente a abrirse a una necesaria regeneración. Esa endogamia parece subyacer también en la obcecada defensa de un centralismo trasnochado a la hora de gestionar la formación hospitalaria de las próximas generaciones de médicos en Galicia.

Parece un sinsentido que en el siglo XXI se cuestione el derecho de A Coruña, ciudad que alberga la sede de la Academia Gallega de Medicina y Cirugía, a formar profesionales de la Medicina en sus hospitales, que cuentan con una relevante tradición de investigación pionera en operaciones tan complejas como los trasplantes y que atienden al área urbana más dinámica de Galicia. La Xunta y las tres universidades gallegas deben encontrar una solución consensuada a un embrollo que amenaza la formación de los próximos médicos, pero deberán hacerlo partiendo de una realidad gallega acorde con los tiempos y no de unos prejuicios más propios de un encorsetado régimen universitario anclado en el pasado.