Unos laboratorios norteamericanos parecen dispuestos a colocar en el mercado un producto farmacéutico capaz de suscitar el deseo sexual en las mujeres. La noticia es buena porque alienta la esperanza de las mujeres que carecen de deseo sexual, y es mala porque, contra lo que piensan ciertos sectores del feminismo, se demuestra que el problema de la inapetencia sexual está más extendido de lo que algunas de sus militantes están dispuestas a reconocer. A falta de un muestreo estadístico en el que apoyarme, mi experiencia personal me dice que no es en absoluto despreciable el porcentaje de mujeres que no sienten placer sexual y que incluso es alarmante el índice de aquellas otras que en sus relaciones habituales no solo simulan el orgasmo, sino que a veces fingen incluso el deseo. Una amiga mía prefirió divorciarse antes que seguir con la mascarada del fingimiento y sé de varias que por el bien de su vida en pareja aceptarían cualquier fármaco que aunque no les asegurase el placer, les sirviese al menos para mitigar el asco. "Nosotras les hacemos a los hombres cosas a las que sus mujeres solo accederían si se viesen en peligro de muerte", reconoce cualquier prostituta con un mínimo de experiencia. Eso de que "no hay mujeres frías, sino hombres inexpertos" supongo yo que es la fórmula a la que muchas mujeres recurren para desviar hacia otro objetivo con un simple chascarrillo un problema que es a ellas a quien más directamente incumbe, no porque no haya hombres inexpertos, sino, obviamente, porque por un problema psicofisiológico, o por lo que sea, muchas mujeres entran en calor cuando al cabo de dos horas de calentamiento a su pareja ya la han cogido la jubilación o el frío. ¿Por qué culpar al hombre de la complicada sexualidad de la mujer? ¿No sería más razonable pensar que si una moto no enciende tal vez sea por falta de gasolina y no por inexperiencia del motorista? Por otra parte, si fuese cierto que la mujer siente tantos deseos como el hombre, ¿no sería absurdo que la industria farmacéutica tratase de remediar un problema que no existe? Se dirá que muchas hombres consumen "viagra" para reverdecer su entusiasmo sexual, pero es que en el caso de las mujeres lo que se pretende con carácter general no es la recuperación de una sensación perdida, sino dar con ella por primera vez. En este punto podríamos preguntarnos qué porcentaje de mujeres casadas sufre en silencio los rigores del sexo con tal de salvar su matrimonio y cuántas de ellas consideran que el sexo con su pareja es de todas las penalidades del hogar la única que no puede ser sustituida impunemente por un electrodoméstico. También sería útil -además de justo- recelar de una tópica visión femenina acerca de que el hombre con el que comparte la alcoba es un inútil que no sabe sacarle partido a su sensible feminidad, ignorando que tal vez ella no sea el estímulo ideal para que eso ocurra. Aunque las nazifeministas le supongan un ser brutal y primitivo, el hombre es algo más que una rutinaria máquina de lujuria y si se muestra inerte frente a algunas mujeres será por la misma razón por la que en el concierto de ópera no se le ocurriría aplaudirle a la soprano muda. Revisemos nuestros papeles y tengamos la fiesta en paz. Personalmente en mi relación sexual con las mujeres no me siento herido en mi amor propio. Es cierto que he tenido unos cuantos fracasos, pero eso dice de mí tanto como de ellas. Unas veces fallé por haberme excedido en las copas; otras, sinceramente, fracasé por creer que mi masculinidad sería suficiente para disfrutar con una mujer con la que no tendría que acostarme sin haberme antes emborrachado. En cuanto a lo de ayudarles a encender con paciencia el fuego de leña verde que por lo visto llevan dentro, he tenido de todo, incluida una vieja amiga que tuvo al final de una larga noche de cucañas el grandioso gesto de su amarga sinceridad: "No frotes más, cielo; no puede ser que producirme un orgasmo requiera más esfuerzos que sacarme brillo"...

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