La Xunta se temía un documento mucho más duro. En San Caetano contaban con que la Real Academia Gallega adoptaría una postura beligerante en la defensa del decreto del bipartito y contra el gobierno Feijóo. Por eso están gratamente sorprendidos del resultado del análisis que los académicos hacen de las polémicas bases para el plurilingüismo en la escuela, en lo que tiene de planteamiento en positivo. Porque la Academia decide no ir a la guerra. No es lo suyo. Antes al contrario, llama a la concordia, que ha de ser definitiva y lo más amplia posible, porque la sociedad gallega está harta de liortas y reclama, sobre todo a los políticos, un gran acuerdo que permita algún día a los ciudadadanos de este país ser competentes de verdad en los dos o tres idiomas en los que han sido escolarizados.

Frente a quienes la demonizan y la consideran un ataque a un derecho fundamental, como es la libre elección por parte de los padres de la lengua en quieren educar a sus hijos, la RAG defiende la inmersión lingüística como el método más eficaz para el verdadero aprendizaje de un idioma. De hecho, es el sistema que todos damos por bueno a la hora de aprender inglés o francés. Como otras instancias menos comprometidas con la causa de la gallego, la Academia duda de la viabilidad, además de la legalidad, de algunas de las medidas esbozadas en el borrador, como la consulta a los padres para que decidan en determinados niveles sobre la lengua en que se han de enseñar materias clave.

Tampoco debiera pasar desapercibida la significativa advertencia que contiene el dictamen de la RAG en cuanto a que no se puede persistir por más tiempo en el error de pensar que todos los problemas que arrastra el gallego se encierran en las aulas, sobre todo en la enseñanza obligatoria. La del idioma, dicen, es una realidad multisectorial, incluso circular, por la gran cantidad de factores de todo tipo que la condicionan, interaccionando unos con otros. Es una invitación a reflexionar sobre las causas por las que la lengua de Rosalía tiene cada vez menos hablantes, a pesar de que a día de hoy prácticamente todos los jóvenes gallegos, porque la han estudiado, están en condiciones de hablar o escribirla.

Desde la Academia lanzan un guante a Feijóo. Creen que más urgente que dar a luz un nuevo decreto es hacer algunos gestos para rebajar la tensión y empezar la negociación en clima menos conflictivo. Y, ¿dónde puede estar el punto de encuentro? Las señoras y señores académicos lo tienen claro. Si la actual normativa de 2007 es la que rompió la concordia, retrocedamos al último momento en que el acuerdo fue total: a la aprobación del Plan Xeral de Normalización, en setiembre de 2004. Ir más atrás, sostiene la RAG, sí sería recular en el proceso normalizador y cuestionarlo en su misma esencia.

El dictamen académico lleva implícito un envite al PP, como partido gobernante en Galicia por voluntad mayoritaria de los gallegos. Los populares, que fueron quienes en los años ochenta construyeron desde cero la autonomía, e impulsaron el autogobierno en todos los ámbitos, incluida la política lingüística, no deberían tener empacho en retomar sus posiciones de entonces, ni dejarse influir por ciertos cantos de sirena, que amplifica interesadamente el más rancio españolismo. Retrotraerse al Plan de Normalización sería una postura coherente, amén de constructiva. O sea, que probablemente con un cincuenta-cincuenta garantizado por el DOG, la Academia se daría por conforme, aunque también agradecería que no se utilizase la implantación del inglés -que nadie puede discutir- como disculpa para rebajar la presencia del gallego en colegios e institutos. Porque nunca es bueno mezclar churras con merinas.

fernandomacias@terra.es