Un amigo que anda a la caza de curiosidades en los programas de televisión me pasa una grabación en vídeo de una entrevista entre Federico Jiménez Losantos y Carlos Dávila, dos conocidos animadores del audiovisual español. El mobiliario instalado por el decorador del programa podría servir indistintamente para una película ambientada en una oficina de los años 50 o para otra a desarrollar en el despacho de una comisaría de la misma época. El señor Dávila, alto, calvo y delgado, se sentaba detrás de una mesa sobre la que lucía un flexo de aquellos que se usan en los interrogatorios para hacer confesar a los detenidos. Y el señor Jiménez Losantos, pequeño, rollizo y con pelo tupido, se sentaba enfrente en una silla más baja. Los dos aparentemente encantados de haberse conocido. La conversación giró en torno a las causas de la salida de la COPE del locutor estrella, como le llaman en algún periódico. Por lo que había trascendido al público, la ruptura de la relación se produjo mediante un pacto entre caballeros, pero por lo que ahora dice el principal damnificado el hecho tuvo lugar tras una feroz pelea entre bastidores. Según lo que cuenta Jiménez Losantos, en su salida influyeron decisivamente el rey de España, el cardenal Cañizares, que era entonces Primado de España en la sede de Toledo, y don Mariano Rajoy, presidente del PP y aspirante a presidir el Gobierno de España. Faltó que interviniese también en su contra Zapatero para que la presión institucional resultase irresistible. Al parecer, el Rey estaba molesto por las críticas a la falta de cuajo de la jefatura del Estado para coger el timón de una nación a la deriva y por las frecuentes alusiones a un "rey felón" que, aunque don Federico jura que se referían sólo a Fernando VII, parece que podrían tener un destinatario más cercano. Al menos eso parecieron entender los responsables de la emisora que le pedían por favor y casi de rodillas: "¡Al Rey no, Federico. Al Rey no!". En cuanto a don Mariano Rajoy su enojo contra el locutor está perfectamente justificado. El señor Jiménez Losantos se pasó varios años llamándole casi a diario "maricomplejines", un apodo infamante con el que pretendía significar su incapacidad para plantear una oposición de derechas rabiosa y dirigida al cuello del adversario. Una campaña que se recrudeció tras la última derrota electoral cuando planteó directamente la sustitución inmediata de Rajoy por doña Esperanza Aguirre. Por lo que pude percibir, don Federico está muy contento de disfrutar de la enemistad de tanta gente importante y habla de los agravios sufridos con el mismo orgullo con que un viejo soldado hablaría de sus heridas de guerra. Pero al que tiene verdaderamente atravesado es al cardenal Cañizares, que, en un ejercicio excelso de hipocresía eclesiástica, lo citó en Toledo a desayunar opíparamente y a los pocos días lo apuñaló por la espalda. Como hacían los Borgia. He de confesar que me entretuvo mucho la charla entre Jiménez Losantos y Carlos Dávila. Trazaron un panorama sin esperanza para la nación. Según su tesis, de la clase política y de los banqueros no se puede esperar nada bueno y el pueblo es cobarde y no se rebela contra la situación. Nadie nos va a sacar de este pozo. Ni siquiera la derecha mientras "maricomplejines" esté al frente del PEPOE (así le llamaron al PP). Para terminar, los dos amigos se burlaron de quienes los tachan de ultraderechistas y se proclamaron liberales. Los auténticos liberales.