Ya lo aconsejaban los líricos medievales: "¡Eia velar! ¡Eia velar!". Y, siglos antes, se lo había aconsejado a Julio César su cuarta y última esposa, Calpurnia: "¡Vélate, César, de las idus de marzo!", debió advertirle. En las idus de marzo (el día 15 de dicho mes) del año 44 antes de nuestra era, y en vísperas de emprender campaña bélica contra los partos, había sesión del Senado Romano a la que César deseaba asistir. Pero, la noche anterior, su esposa Calpurnia tuvo un sueño de muy malos presagios. Más de setenta senadores estaban conspirados para asesinar a César. Éste, desoyendo la advertencia de su esposa, se presentó, inerme, en el Senado. Y, allí cayó asesinado. El segundo puñalazo se lo asestó Marco Junio Bruto, a quien César había tratado como a un hijo (bueno, había sido amante de su madre). Dirigiéndose a él, pronunció César, el defensor de los plebeyos, y enemigo de Pompeyo, paladín de los patricios, sus últimas palabras: "Tu quoque, fili mihi!" (¡Tú también, hijo mío!).

El FBI (Oficina de la Información Federal) yanqui, que, con la CIA (Agencia Central de Inteligencia), también yanqui, controlan a los casi siete mil millones de seres humanos que nos movemos sobre el planeta tierra, ha difundido una imagen tuya identificándote con el terrorista Bin Laden. A este indeseable le entrenaron los yanquis para que luchara contra los soldados que la URSS había enviado a Afganistán en apoyo de su legítimo gobierno. Ahora, es el número uno a abatir. Pero tan bien le instruyeron que no dan con él.

Anda por ahí un nubarrón de imbéciles que se tomó tal identificación a chirigota. Como un chiste de mal gusto. Como una metedura de pata. Imbéciles. Ignorantes. Soplagaitas.

Tanto el FBI como la CIA van a tiro fijo. A veces, lanzan, previamente, un globo sonda. Pero, normalmente, apelan a la acción directa: derrocan gobiernos democráticos, como el de Allende, en Chile; patrocinan dictaduras, como la de Franco, en España, la de Salazar, en Portugal, las de Somoza, Videla y un etcétera casi interminable.

Es de recordar que, en 1898, explotó, en el puerto de La Habana, el crucero yanqui Maine. El gobierno de Estados Unidos culpó a España de la explosión, le declaró la guerra, hizo escombros las escuadras españolas del Atlántico y del Pacífico, y, por el Tratado de París, del mismo año, se anexionó, como colonias, Cuba, Filipinas, Puerto Rico, las Carolinas, las Marianas y Palaos.

Acabó demostrándose que la explosión del Maine había sido obra de los norteamericanos. Pero el Tratado de París siguió vigente (aún les queda Guantánamo).

Es sobradamente sabido que a don Santiago Carrillo se le prohibió la entrada en Estados Unidos. No es casual, amigo Gaspar, que te fundieran, o confundieran, con Bin Laden. Pudieran haberlo hecho, con más acierto, con Mariano Rajoy: alto y degallado como Bin Laden; barba, como la de Bin Laden; nariz semítica, como la de Bin Laden; de mala leche, como Bin Laden; amenazante y conminatorio, como Bin Laden? Pero no. El espíritu del malévolo McCarthy sigue supurando en ese país de la libertad, no se sabe para qué, pero sí para quién.

En 1953, la saña de McCarthy -su campaña no era una caza de brujas, sino una caza de rojos, caza de comunistas, o una caza de no-anticomunistas- condujo a la ejecución de Ethel y Julius Rosenberg, por presuntos espías de la URSS. Por supuestos comunistas o no-anticomunistas, se persiguió a Chaplin, a Einstein, a Oppenheimer?También se persiguió a los homosexuales, descubriéndose, más tarde, que el senador McCarthy era un homosexual que repartía más aceite que la provincia de Jaén. Y, lógicamente, en 1954, se prohíbe, por anticonstitucional, el Partido Comunista de Estados Unidos. ¡Y viva la libertad de expresión! (Pero sólo la de la derecha).

Todas estas agencias de espionaje -creo que también Scotland Yard- descubrieron, en Irak, unas potentísimas armas de destrucción masiva. Y allá que se fueron los buitres carroñeros: a robar el petróleo, a destruir el país (ahora a reconstruirlo), a robarles el arte, a reponer la pena de muerte, a constituir un gobierno títere? No faltan quienes, basándose en la ley del talión, esperan que también Bush hijo, Blair y Aznar, como criminales de guerra, acaben ahorcados, ante el Tribunal Penal Internacional de La Haya, tal y como hicieron ellos con Sadán Husein y sus fieles. Escribió Thomas Mann, liberal de pro, y premio Nobel de literatura, que el anticomunismo fue la mayor estupidez del siglo XX. Y en ésas seguimos, amigo Gaspar. Por ello si, algún día vas a Yanquilandia, no olvides lo que Palcurnia advirtió a Julio César: "¡Vélate de Bruto!". "¡Vélate del FBI y de la CIA!". Y denúnciales ante las más altas instancias judiciales del mundo, por atentar contra ti y contra tu imagen. Y a ver si les convences de que los comunistas españoles ni tienen cuernos, ni tienen rabo, ni apestan a azufre, y que saben más de democracia que ellos y todos sus gobiernos. Sencillamente, como Julio César, optan por los pobres, por los plebeyos, por los trabajadores. Y, si puedes, déjate acompañar por Chomsky, por Woody Allen, por Moore, por Clint Eastwood?, y, si no, que Obama te ponga unos guardaespaldas de su máxima confianza (pueden ser negros o mulatos, incluso comunistas, si queda alguno). Pero no lo olvides: Abraham Lincoln, que abolió la esclavitud, fue asesinado. Y, asesinado fue también Martin Luther King, el segundo gran luchador por los derechos civiles de los negros en Estados Unidos. Y, si llegas a entrevistarte con Obama, dile que tampoco él se olvide del medieval y lírico "¡Eia velar! ¡Eia velar!".