Nunca creí que la de escribir literariamente fuese una facultad para la que se requiriese una preparación especial. Cualquiera puede hacerlo. Es cuestión de poner interés. En realidad la literatura consiste en contar cosas de manera que su lectura resulte agradable. Solo se necesita vocabulario y un uso correcto de la gramática, que son dos cosas que se pueden aprender en poco tiempo y sin demasiado esfuerzo. En cuanto a la inspiración, es algo que sobreviene como un escape cuando uno no sabe cómo desahogarse, de modo que a veces el Arte -en este caso, la literatura- es lo que resulta cuando un puñetazo en la mesa no es suficiente para liberarse de un problema y quedar tranquilo. En cierto modo la inspiración es la elocuencia de los amargados y de los tímidos, su discreta manera de resolver con relativa dignidad la cobardía, igual que en los soldados a menudo el heroísmo no es sino la consecuencia de haber avanzado hacia donde no lo habrían hecho si se dejasen llevar por el sentido común. En el abundante anecdotario sobre la tópica cobardía de los italianos se suele decir que tienen por costumbre elegir el bando para la lucha una vez conocido el resultado de la guerra. Con la misma divertida ligereza también se dice de ellos que si ganaron algunas guerras fue por su probada incapacidad para perderlas. En realidad los italianos son frente al miedo tan interesados como cualquiera y se limitan a esperar acontecimientos, que es en lo que en cierto modo consiste también la expresión literaria: esperar a que ocurra algo por lo que valga la pena luchar a sabiendas de no fallar en el combate. Si cualquiera puede ser valiente, no hay razones para que no pueda ser también escritor. Por mucho que otros sostengan lo contrario, para esto no hay recetas. Es cuestión de voluntad y de paciencia, aunque no hay que desdeñar que también influya mucho la manera de vivir, única fuente real de la que se nutre la dichosa inspiración. Incluso cabe pensar que la inspiración es lo que te ocurre cuando no tienes otra cosa mejor que hacer. Para que surja, basta con sentarte a esperar. Tarde o temprano surgirá un tema, una ocurrencia, una frase, del mismo modo que aunque esté en ayunas, a un hombre que se sienta en el retrete tarde o temprano le anda el vientre. En esta ocasión el artículo me ha salido más corto de lo normal. Supongo que me ha fallado la inspiración por culpa de que esta tarde encontré demasiado fría la tapa del retrete.

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