En la polémica recurrente sobre si algunos pueblos de España son naciones hay algo insano, que delata falta de rigor intelectual. La insania consiste en que los que afirman, por ejemplo, que Cataluña es una nación son al propio tiempo nacionalistas, mientras, al revés, entre los que afirman que no lo es, temo que no haya ningún nacionalista. Es decir, se confunde una simple constatación -si un pueblo es o no es nación- con una concreta beligerancia política, la de ser o no nacionalista. Sin embargo, son cosas bien distintas. Una nación lo es o no lo es por sus rasgos propios en diversos dominios, por su historia y por su sentimiento colectivo. Bien mirado es un hecho objetivo. En cambio, ser nacionalista consiste en partir de ese hecho para, sobre él, montar una aspiración a la autogestión política. ¡Qué gran lección de buen criterio sería aceptar el hecho nacional sin ser nacionalista!