. n los fusilamientos, una de las balas suele ser de fogueo, de manera que hay un verdugo que no mata, aunque nadie sabe cuál es. Se trata de una forma de consuelo para quienes ejercen tan difícil trabajo. Siempre cabe pensar que el proyectil ficticio era el de uno. El concepto de "bala falsa" resulta inquietante. Algo así como un placebo al revés. Imaginemos un pelotón de fusilamiento con cinco ejecutores. Uno de ellos sólo producirá, al disparar su fusil, un ruido. ¿No sería más lógico invertir la proporción de balas falsas y verdaderas? Pongamos una verdadera contra cuatro falsas. Las posibilidades de no haber sido tú quien produjera la muerte aumentan así de forma exponencial.

-¿Qué tal el fusilamiento de hoy? -preguntaría la esposa al llegar a casa.

-Bien, porque el ajusticiado murió de una bala en el corazón y yo le había apuntado al estómago. Mi bala era de fogueo.

Aquí está la gran pregunta: ¿Es menos inmoral disparar con una bala de fogueo que con una de verdad? Quizá no.

Supongamos ahora que de cada equis billetes de 500 euros, la Casa de la Moneda distribuye uno falso que no sabemos dónde va a caer, de modo que el que lo utiliza ignora su condición. ¿Resulta menos condenable pagar con el billete de pega? Tal vez hayamos equivocado el ejemplo, pues la mayoría de los billetes de 500 euros, incluidos los verdaderos, están en manos de las mafias (son más fáciles de trasladar en maletines negros que los de 50 euros, no digamos los de veinte).

Si mañana se prohibieran en la Unión Europea los billetes de 500 euros, dando un plazo a sus poseedores para cambiarlos por otros más pequeños, afloraría gran parte del dinero negro circulante. Con la mitad de ese dinero podríamos pagar los platos rotos sin necesidad de los recortes sociales de que estamos a punto de ser víctimas. Es sólo un ejemplo. Quiere decirse que las autoridades están disparando a quienes no deben. Lo malo es que en las medidas tomadas contra el contribuyente medio no hay una sola bala de fogueo. Todas hacen daño, algunas matan. Como ustedes ven, no importa de lo que empecemos a hablar. Todo, en época de crisis, conduce al final al mismo asunto.