Si los convergentes andan exultantes porque han evitado la quiebra de España, los funcionarios deberíamos levitar de orgullo de tanto como contribuiremos a la salvación de la patria. Desconozco, claro, lo que hubiera pasado de no convalidarse el decreto pero soy escéptico sobre lo irremediable de todo su contenido y, por supuesto, en cuanto a que su necesidad fuera tan urgente como para no haberse podido establecer las medidas por una ley tramitada por el procedimiento de urgencia cuya celeridad no hubiera impedido, sin embargo, la contribución de todos los grupos a un plan de ajuste con amplio respaldo. Me temo que es ahí donde radica el problema. Zapatero no quiere un plan global y consensuado con los grupos parlamentarios, los agentes sociales y las autonomías que es lo que resulta necesario en una situación como la actual. Un plan que voces muy distintas, dentro y fuera de España, vienen pidiendo hace mucho tiempo. Zapatero, porque cree que dar cancha al PP y a los demás es mostrar debilidad, prefiere ir tomando medidas con cuentagotas en función del aspecto o el humor que cada día presenta la bolsa, la calle, los ricos, los pobres, la UE, Obama, el FMI, Méndez y Toxo o la Federación de Municipios, cuya reciente presión ha deparado el chusco episodio de un Presidente dejando de mentirosa a su vicepresidenta económica. Zapatero optó en todos los asuntos por pactos concretos para cada ocasión, la geometría variable, eludiendo un acuerdo duradero con cualquier grupo. Así preserva su primacía y su independencia. Una opción legítima que parecía útil para sobrevivir hasta 2012 y que ha podido desplegar porque las arcas estaban llenas para pagar apoyos y suavizar otros muchos malhumores de la gente. Y lo ha seguido haciendo, ya en la crisis, sin ningún sentido, convencido de que ya escamparía. Ahora Zapatero ha arriesgado la última pirueta, el decreto, y gracias a Durán le ha vuelto a salir bien. Mañana Dios dirá como sale del próximo atolladero a costa de lo que sea y de quien sea.

Dicen que Durán, él si, estuvo en estadista. Si de verdad lo fuera habría condicionado el contenido del decreto y retirado, como quería, la congelación de las pensiones. ¿Por qué retrasar hasta los presupuestos la retirada de su apoyo a Zapatero?. O confía en que de aquí a entonces Zapatero hará el milagro o su aviso era humo. Durán habló para el Congreso, pero sobre todo habló para el electorado catalán que votará en unos meses. Durán respondió a la vieja imagen del nacionalismo catalán no independentista que aspira a influir en el gobierno de España, a aportar sensatez a la política económica. Una imagen muy apreciada en Cataluña que premiará, sin duda, a CiU en las elecciones próximas. Montilla, una vez más, comprobará lo mucho que a su costa Zapatero ayuda a los convergentes mientras él, a solas, asume el coste y el ridículo de pedirle al TC que se declare incompetente. Alguien le ha aconsejado mal. Una cosa es la legítima arenga política a favor del Estatut y otra no haberse leído el artículo 17. 2 de la ley del TC. Ese que dice que hasta que tomen posesión los que han de sucederles, los magistrados continuarán en el ejercicio de sus funciones, que no es lo mismo que estar en funciones y abstenerse por ello de tomar decisiones de calado. En fin, que Durán ha salvado a Zapatero de un buen aprieto, sólo de eso porque ni se hubiera ido ni hubiera solicitado la confianza, pero no es tan seguro que nos haya salvado de la quiebra. Que no se preocupe, al paso que vamos no le faltarán ocasiones para exhibir su talla de estadista. A ver qué dice cuando las medidas del decreto aumenten las cifras del paro. Gracias a su apoyo Zapatero ha vuelto a dar un regate magistral y continúa en posesión del balón. Sus compañeros socialistas son los únicos que podrían, deberían, quitárselo. Puede que, si han visto este sábado el sondeo de El Periódico, se lo empiecen a pensar.