Leo en un periódico que se arroga en exclusiva la defensa de los intereses de Galicia que las dos cajas de ahorros gallegas, en proceso de fusión, han vendido las acciones que poseían en Reganosa, la planta regasificadora instalada en el interior de la ría de Ferrol, a un fondo de inversión australiano que ahora detenta la mayoría. Antes que ellas, también hicieron lo mismo Endesa, Unión Fenosa y el Banco Pastor, con lo que del primitivo accionariado solo quedan, en minoría, el promotor original del proyecto, Roberto Tojeiro (del que, por su apellido, hay que sospechar que es gallego de estirpe) y la propia Xunta de Galicia, junto con la empresa estatal argelina Sonatrach. El periódico depositario de las esencias del galleguismo empresarial se lamenta de que los "emprendedores" nativos (así se les llama ahora) hayan dejado el control de las acciones en manos foráneas y se resienta la galleguidad de la iniciativa, para hacer negocio con la distribución del gas que viene en barco desde Argelia. Esta, digamos, bobada sentimental, ya la hemos oído con anterioridad respecto de la fusión de las cajas de ahorro de Galícia ; respecto de Unión Fenosa y de Fadesa; respecto de la adjudicación de parques eólicos; respecto de la instalación en Portugal de una planta de acuicultura por una empresa gallega a la que no se le permitía ubicarse en un espacio natural protegido; y respecto de la venta de cualquier activo empresarial más allá de los confines del Padornelo. Por supuesto, la culpa de la venta de empresas con sede en Galicia a empresas o personas foráneas, hay que atribuirla en exclusiva a los gallegos que se desprenden de ellas, supongo que con la idea de hacer un buen negocio y meter el dinero en el bolsillo, pero el periódico depositario de las esencias de la galleguidad pasa de señalarlos con el dedo, o de reprocharles su traición a la patria común, y se limita a lamentarse, o a pedir que otros "emprendedores" autóctonos defiendan la posición con el mismo celo con que los Irmandiños defendieron su identidad frente a los Reyes Católicos, aquellos pioneros del centralismo español. Y, a la vista está, que, con el mismo resultado. Aún no hace mucho, se supo que la autopista que cruza el país de norte a sur, y tiene un peaje carísimo, está mayoritariamente en manos de un fondo de pensiones norteamericano. La defensa de la galleguidad empresarial, en plena globalización económica, es un argumento puramente retórico, que sólo sirve para que el editor del periódico se disfrace, ocasionalmente, con el traje regional gallego y quede bien ante su clientela. El resto es mercancía intelectual de ida y vuelta. Y sino, fijémonos en este simple detalle. Cuando el periódico lanzó una campaña a favor de la fusión de las cajas de ahorro gallegas, ofreció como argumento que la nueva entidad lucharía por preservar la galleguidad de las inversiones y de las empresas gallegas. Ya se ve en que ha quedado eso. A dos pasos de consumarse la fusión (en sentido contrario a como la concebía el periódico, por cierto), las dos cajas se han apresurado a vender su participación en Reganosa a una entidad australiana. Todo el proceso de la instalación de Reganosa (o Regavosa) es un puro disparate. Allí se construyó un puerto exterior con el pretexto de sacar el trafico más peligroso del interior de la ría y se ubicó dentro la regasificadora, que es una bomba.