La crisis demográfica -sumada a la económica- ha sido esgrimida como una de las razones imperiosas que justificarían una de las medidas sociales más impopulares de los últimos tiempos: el retraso de la edad de jubilación. Los ciudadanos han escuchado en las últimas décadas promesas y más promesas de políticos de todos los colores para atajar lo que se considera uno de los principales males endémicos que se ciernen como una sombra amenazadora sobre el futuro de la sociedad española: el descenso de la natalidad, que en Galicia alcanza cotas de verdadero pánico. Por cada mil habitantes, en la comunidad gallega nacen ocho niños y se registran once defunciones, según los datos del último semestre del Instituto Nacional de Estadística, y sólo Asturias presenta un peor comportamiento demográfico. Asociado a esto, se han escuchado igualmente hasta el hartazgo las declaraciones políticas sobre la necesidad de mejorar el acceso de la mujer al mercado de trabajo y de dar facilidades para la conciliación de la vida laboral y familiar, puesto que uno de los principales impedimentos para decidirse a tener un hijo es la dificultad para atenderlos en sus primeros años. Pero toda esta retórica política se queda hueca a la hora de la verdad.

Un perfecto ejemplo de esta contraposición entre el bienintencionado discurso político y la realidad pura y dura pudo verse esta misma semana, al conocerse este pasado jueves 10 de marzo, al tiempo que se celebraban en la ciudad los actos oficiales del Día de la Mujer Trabajadora, que la oferta pública de guarderías en A Coruña solo cubre a uno de cada ocho niños de hasta tres años. En la ciudad hay más de 8.150 niños en esa franja de edad registrados en el padrón municipal, pero tan solo 1.140 plazas para ellos en las guarderías municipales y autonómicas y el 50% de los que presentan la solicitud para entrar en uno de los centros se queda en lista de espera para el próximo año. Un panorama semejante se aprecia en el área metropolitana coruñesa. Culleredo, que tiene la tasa de natalidad más alta de la comarca, tiene también la mayor lista de espera en educación infantil pública: 189 pequeños se han quedado este curso sin plaza en guardería. Oleiros, el municipio más poblado de La Gran Coruña, le sigue de cerca en número de niños excluidos: 137. Arteixo, con 300 nacimientos de media al año, solo cuenta con una guardería municipal y la lista de espera supera el centenar.

De las 1.140 plazas con las que cuenta la ciudad coruñesa, 640 son municipales y 500 dependen de la Xunta y aunque hay que reconocer la voluntad de la Consellería de Benestar por ampliar la oferta con la creación de 164 nuevas plazas en Monte Alto y Eirís, y del Concello, que abrió en Novo Mesoiro un centro para 82 niños, la demanda de las familias revela claramente que las guarderías son insuficientes.

El alcalde de A Coruña, Javier Losada, y la conselleira de Traballo e Benestar, Beatriz Mato, protagonizaron sonados enfrentamientos en la reciente inauguración de la guardería de Monte Alto por sus diferencias de criterios acerca de las responsabilidades presupuestarias de sus respectivos departamentos en la financiación y mantenimiento de los centros infantiles. Más allá del puntual rifirrafe, claramente enmarcado en la campaña electoral del 22-M, lo cierto es que existe bastante desconcierto sobre qué Administración tiene una mayor responsabilidad y competencia en la creación y mantenimiento de las guarderías públicas. La competencia sobre las guarderías es de la Consellería de Traballo e Benestar, y al considerarse un servicio social, más que una necesaria pauta educativa, la creación de nuevas guarderías responde más a un criterio posibilista de buena voluntad que a un claro y necesario plan que tenga por meta acabar con la lista de espera en un plazo de tiempo establecido.

El resultado es que el avance de ambas administraciones en un servicio tan fundamental para permitir la igualdad de la mujer en el acceso al mercado laboral es a todas luces insuficiente.

En estos tiempos de crisis, con escasez de trabajo y reducción de salarios, el reto de sacar adelante a una familia es casi imposible sin que los dos cónyuges aporten recursos al hogar. Eso significa que si A Coruña no se quiere convertir en una sociedad sin futuro, la Administración debe asumir que las herramientas para conciliar los intereses laborales y familiares tienen que dejar de ser un mero discurso retórico para pasar a ser un objetivo prioritario. La ratio de plazas de guardería es un signo de progreso tan importante -o más- que el de kilómetros de alta velocidad.