Hace un par de días fui testigo y partícipe de uno de los más bonitos actos de homenaje que he conocido en toda mi vida. El escenario, inmejorable, la compañía, muy especial, y el contenido, mejor. Fue en La Terraza, de Sada, y el protagonista Juan Carlos Medal, Jaítos. Si se acuerdan escribí sobre él hace un año, cuando lamentablemente nos dejó. Y, a raíz de ello, la Asociación Cultural Irmáns Suárez Picallo, organizadora del emotivo evento de este lunes, me escribió para que les acompañase en el aniversario de su fallecimiento. Se lo agradezco mucho.

Y es que, en la vida, nos decimos a veces poca poesía. Se nos olvida la levedad del ser, y lo muy importantes que somos los unos para los otros. Hablamos poco de amor. Y todo ello, en lo que creo, rezumaba en el marco incomparable de metal y madera en que nos citamos, a través de un ramillete de intervenciones de quienes compartimos con Jaítos trabajo, amistad, militancia social y política, ocio o vocación por la divulgación científica. Todos estábamos allí, mostrando una realidad plurifacética que describía la trayectoria, a lo largo del tiempo, del propio Jaítos. Como si mirásemos el cielo estrellado, por primera vez, de su mano.

En el artículo al que me referí antes, del año pasado, hablé mucho de Jaítos. Hoy déjenme que me quede, sobre todo, con la idea central de la necesidad de cuidarnos, en vida y también cuando esta da paso a la muerte. Y el acto del lunes, sin duda, respondió a tal cuidado. Miren, he asistido a montones de funerales, homenajes y reuniones -sociales y/o espirituales- derivadas de la pérdida de una persona querida. Pero nunca tan emotivas como esta. Y, al tiempo, tan profundas. Reímos con las muy divertidas anécdotas con las que nos obsequiamos, pero también vibramos con las palabras emocionadas de Luis, el hermano de Jaítos. Me ilusioné cuando me reencontré con tantos compañeros de la Casa de las Ciencias, y me sorprendí cuando me di de bruces con facetas de Jaítos más desconocidas para mí. Y es que se recorrió allí, además, una página de la historia reciente de la política de Sada, o se hizo el paralelismo de la rebeldía de algunos actos de Jaítos y el movimiento actual por una democracia más participativa. Todo encajó, como en un perfecto puzle, para explicar la lógica de la vida no sólo de Jaítos, sino de todos los que estábamos allí. Algo verdaderamente especial. Reivindico, pues, en este artículo estos actos cariñosos y cercanos, tan lejanos de fórmulas más cerradas y preconcebidas, y que derrochan espontaneidad. Siempre me han gustado así. Reuniones amplias y participativas, y comentarios llenos de luz y esperanza, camaradería y diálogo. También de nostalgia -claro- y de duelo y pérdida. Pero impregnados en todo lo anterior, en la oportunidad de haber compartido el tiempo y el espacio con nuestros seres queridos, y en la de seguir haciéndolo con quienes también les quisieron. Ni más ni menos... En otras culturas se estilan más, pero aquí pocas veces tengo la oportunidad de participar en ellos. A ver si, a partir de la experiencia de días como el narrado, nos vamos animando más...

Al final del acto estaba programada una observación del cielo, de la mano de la Agrupación Astronómica Io. Pero la lluvia, intensa, la frustró. Yo, camino del coche, sonreía. Iba pensando que Jaítos la había provocado, ahora ya amo de los elementos, para que dejásemos de hablar de él y nos encaminásemos, ya al final del día, cada uno a su casa y sus menesteres. Él era así.

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