El objetivo de la educación es la

virtud y el deseo de convertirse en

un buen ciudadano. Platón

Presidente, Conselleiro de Educación, demás autoridades, sin ánimo de demagogias, todos sabemos que saliendo a la calle uno se encuentra parados, amenazados de desahucio, jóvenes desazonados, buscavidas que no llegan al día 15... Piensen que con la que tienen encima, además, les llegue el niño a casa y les diga que la maestra está enferma y que no ponen a nadie en su puesto; quiérese decir que la crisis le está cayendo a todos, pero a algunos les cae en mayor cantidad en lo alto de las entendederas y esto va a reventar. Ustedes se creen que le aprietan las clavijas al profe de turno, que lo hacen, sí, y con saña, pero el perjudicado es el de siempre, el de más abajo.

Seguramente todos somos un poco culpables de la crisis, pero no todos lo somos en la misma medida. Es una desgracia, pero las canas son un almacén de recuerdos y proporcionan ciertas nostalgias de forma que, vaya, sincerándome, tengo que recordar con alivio ciertas actuaciones, ciertos compromisos personales de los pasados gobiernos conservadores y sus posiciones políticas y presupuestarias que, aunque se opusiesen y boicoteasen las legislación nacional que proporcionó el avance educativo de los últimos 30 años y pese a que siempre cuidasen a las monjitas de la privada con especial devoción, también es cierto que aquellos caciquillos, -léanmelo con cierta benevolencia- se conformaban normalmente con enchufar a los amigos y con un tráfico de influencias que daba beneficios poco escandalosos, comparado con Camps. Habían empezado como maestros rurales, con esfuerzo y lobby llegan a ser directores o inspectores y de ahí el salto a la política, desde concejales a conselleiros; creo que muchos pasaron por la política pensando que lo público era importante. En otro orden de cosas los entendimientos eran imposibles, el alcance de miras de alguno era ridículo; pero seamos justos, poco tenían que ver con las líneas marcadas por el cuaderno de calle Génova y Aguirre, pautas que nuestra consellería de educación sigue renglón a renglón y sin borrones.

Están empeñados en la privatización, en el desprestigio del trabajo educativo, pero no porque ellos sean intrínsecamente malos, sino porque están empeñados en la fractura social, quieren enfrentar a trabajadores públicos con los privados, a los fijos con los eventuales, a los jóvenes con los mayores, a los parados con los autónomos, con los que cobran en negro... En esta cadena está su receta de distracción, de devaluación del valor del trabajo, de la pelea dentro de la miseria, la cultura de pisar al vecino que te haga sombra. Ese es su modelo de ciudadano, no el de Platón, es el que quieren formar en las escuelas y para ello la disculpa de la crisis le viene de perlas, los hijos de los menos favorecidos, los que parten de una situación más deprimida son los que sufrirán la crisis, los recortes educativos, los que verán más lejos la igualdad de oportunidades. Claro que a estas alturas poco les importa.

Pero soy de los tercos, de los que cree que hay agua en la piscina. El escenario es el de unos señores que se ven ganadores el 20-N y las aspiraciones de muchos de ellos pasan por la Puerta de Alcalá, tienen objetivos legítimos y soñar es libre, pero quieren llevar los deberes bien hechos, mejor hechos que sus competidores en la carrera hacia el sillón y el coche. Seguramente mejor currículo podrá defender el que haya hecho las tareas desde el consenso y la paz social en momentos difíciles, que el que aparezca como campeador exhibiendo cabelleras cortadas como único triunfo.

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