Él expresó su desconfianza por escrito, negro sobre blanco, en una columna de prensa, sin cortarse un pelo. Pero el diputado Pedro Arias no es el único, en el seno del Pepedegá y de la Xunta, al que la operación Castellano empieza a olerle a chamusquina, sobre todo desde que José Luis Pego abandonó apresuradamente el proyecto de NCG Banco, sin la más mínima explicación pública, ni por parte del que se fue ni mucho menos de los que se quedan.

Arias, que fue compañero suyo como profesor de Económicas y le tiene una especial estima, no abriga la menor duda en cuanto a que fue Castellano quien decidió prescindir del hasta este momento director general de Novacaixagalicia, como acaba de hacer, una semana después, con su adjunto, Javier García de Paredes. Y califica la decisión de incomprensible, además de considerarla un mal presagio de cara a un futuro que reconoce incierto. Don Pedro parece no entender muy bien por qué se le otorgan al antiguo hombre fuerte de Inditex plenos poderes para hacer y deshacer sin que conste que hasta el momento haya desembolsado ni un solo euro para capitalizar el nuevo banco.

A pesar de todo, Pedro Arias es un tipo bastante prudente. El solo actúa de ariete. Porque otros van más lejos: sospechan que "el mesías de la solvencia" -que así le llama el diputado popular coruñés- no está trabajando en defensa de los intereses de Galicia, sino en su propio provecho y en el de los grandes fondos de inversión americanos que aterrizarán de su mano para quedarse con los restos bancarizados de aquella gran caja gallega que pudo haber sido y no fue y venderlos después al mejor postor. Para eso hasta le vendría bien que la valoración de la caja sea ínfima.

Es indiscutible que en un plis plas NCG Banco prácticamente se ha desgalleguizado. En la cabina de mando el único gallego es, paradójicamente, alguien que se apellida Castellano y al que, al menos hasta hoy, nadie ha escuchado comprometer en público una implicación especial de la nueva entidad bancaria con el tejido productivo de Galicia, con las familias y con la sociedad civil gallega. Eso es lo más preocupante. Parece que empieza a cundir la resignación, como si ya todo estuviera perdido.

En algunos despachos de San Caetano tienen la mosca detrás de la oreja. Hay quien piensa que Castellano se ha vendido al enemigo, es decir, al Banco de España. Que se puso a las órdenes del Gobierno de Madrid. Lo cierto es que, bien mirado, Feijóo va marcando distancias con el proyecto bancario. Dejó de prestarle apoyo incondicional y asegura mirarlo con expectación. Desde luego, últimamente se le ve muchísimo menos entusiasmado que, por ejemplo, a José Blanco. El ministro -y eso es lo que de verdad mosquea a los desconfiados- parece más castellanista que nadie. Hasta tal punto llega su entusiasmo por NCG Banco y su fe en los gestores que abrió una cuenta con mil euros (antes no la tenía) para dar ejemplo. Lo hacía solo unas horas después de que en un periódico de Madrid, Pachi Vázquez volviera a poner en solfa todo el proceso, en un tono pesimista, mostrando su disconformidad con la forma en que se constituyó el NCG Banco, a su juicio, un gran fracaso del presidente de la Xunta. Habrá que seguir atentos a la pantalla, porque en los próximos días nos esperan nuevos sobresaltos, esta vez en forma de señales que dejarán claro que hay motivos para estar preocupados con el futuro, más bien negro, de lo único que deberíamos salvar de las cajas fusionadas, la obra social. Lo demás -no vale engañarse- lo teníamos perdido mucho antes de que se planteara siquiera la reestructuración del sector.

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