Los coruñeses, como el resto de los españoles, saben que las entidades financieras arrastran problemas, claro está, pero jamás pudieron imaginar que la que durante años supusieron que era la piedra angular del sistema financiero gallego, Caixa Galicia, apenas valga a día de hoy 90 millones de euros.

Esa es la valoración que le correspondería, grosso modo, una vez conocida la tasación efectuada por el Banco de España a Novacaixagalicia, la entidad resultante de la fusión de la caja con sede en A Coruña con Caixanova: 181 millones de euros. Es decir, menos de la mitad de lo que cuestan las obras del Gaiás.

El Estado ha rebajado en casi un 90% la valoración que tenía la caja en sus libros, se ha quedado con el 93,16% del capital del banco, tras inyectarle 2.465 millones, y asume el control de una entidad en la que está depositado el 46% de los ahorros de los gallegos y que cuenta con 75.000 millones en activos. Novacaixagalicia tendrá en el banco el 6,8% del capital, un porcentaje ante el cual economistas, sindicatos, empresarios y políticos no ocultan la sensación de estar ante un expolio de las cajas de ahorro gallegas.

Resulta difícil de entender cómo hemos llegado a esta situación si hace tan solo dos años teníamos en A Coruña una caja que era la sexta de España en volumen de negocio y sus gestores se ponían de ejemplo y actuaban como referentes al abordar la reforma del sistema financiero.

Vimos primero cómo el presidente de la Xunta y la conselleira de Economía nos decían que las dos cajas gallegas eran solventes y podían sobrevivir por separado, para cambiar súbitamente su discurso y proclamar que la fusión era imprescindible. Ningún responsable de Caixa Galicia ha explicado aún por qué la entidad con sede en A Coruña tenía que aceptar una integración con Caixanova, una entidad 1,5 veces más pequeña que ella, en condiciones de paridad.

Aún estamos esperando a que quienes estaban al frente de nuestra caja nos aclaren cómo es posible que la fusión que Feijóo insistió en defender por su solvencia y galleguidad fuera buena para una caja grande que cedía a favor de la pequeña. Desde que se inició el debate sobre la reforma del sistema financiero hemos ido de sorpresa en sorpresa, a cual más desagradable. Pero la del viernes, con la valoración realizada por el Banco de España, es la gota que colma el vaso. Ya no valen apelaciones a la responsabilidad para evitar mostrar la cruda realidad de que, más allá de la controvertida actuación del Banco de España en todo este proceso, ha sido la mala gestión la que ha llevado a que los coruñeses hayamos perdido nuestra caja.

Ese estéril discurso choromiqueiro de que todo lo malo que nos ocurre es porque se nos impone desde fuera de Galicia, que ya vuelve a escucharse como excusa, no puede ocultar la realidad a una sociedad madura como la coruñesa. La crisis, los cambios normativos del Gobierno central y las arbitrariedades del Banco de España han influido, claro que sí, pero no son la causa última de la desaparición de las cajas de ahorro gallegas. Ahí están las cajas vascas, que se han fusionado y crearán un banco sobre el cual tendrán el control, por ejemplo.

No ocurrirá así en Galicia, donde una participación del 6,8% en NCG Banco, e incluso del 15% si en el plazo de tres meses se cumplen las previsiones de la Xunta y Novacaixagalicia recompra acciones suficientes del banco, deja el futuro de la obra social en entredicho porque pasará de gestionar unos cien millones actuales a apenas cinco en el plazo de unos años.

Así pues, la manida excusa del victimismo no puede esconder a los culpables últimos de esta situación. El que fuera máximo responsable de Caixa Galicia durante décadas debería abandonar su retiro dorado al frente de la Fundación de la caja para explicar cómo es posible que la entidad a la que los coruñeses confiaron sus ahorros tenga ahora un valor real de unos 90 millones de euros. A los pequeños empresarios a los que ahora se les niega el crédito y a los coruñeses que no logran que se les conceda una hipoteca les encantaría conocer a quiénes se les dieron esos multimillonarios préstamos y con qué criterios se invirtió en el ladrillo y en la proliferación de sedes para llegar a la situación actual. Esperamos explicaciones también de su homólogo en Caixanova, al que se le encargó liderar un proceso de fusión que ha concluido con la práctica desaparición de las cajas y ahí sigue.

Si un área metropolitana está interesada en que finalmente el banco que preside el coruñés José María Castellano sea una entidad solvente y comprometida con el tejido empresarial gallego es la de A Coruña, porque le va en ello su futuro como motor económico de Galicia. Pero, reconocido esto, no se puede pasar página sin más sobre la actuación de los gestores anteriores ni sobre las compensaciones millonarias que han recibido por llevar a las cajas a la situación actual. Los auténticos dueños de la caja son los gallegos, los que depositan en ellas el 46,7% del ahorro de toda la comunidad. Quienes se han encargado durante años de gestionar ese dinero tienen la obligación de explicar por qué el valor de la caja se ha esfumado casi por completo y, en su caso, asumir responsabilidades.