Si no fuera porque la experiencia demuestra que ese tipo de inventos no sirven para nada, dado que las conclusiones dependen del juego de las mayorías, con lo que están escritas de antemano, no estaría mal que una comisión del Parlamento Gallego investigara a fondo la fusión de las cajas de ahorros y su posterior bancarización. Se trataría de esclarecer cómo empezó y se fue desarrollando todo esto hasta llegar a donde ahora estamos, de modo que la opinión pública llegara a conocer las interioridades de un proceso donde lo menos importante para sus actores resultó ser el siempre tan invocado interés general. Los gallegos, y más aún los millones de clientes de Caixa Galicia y Caixanova, tenemos derecho a saber quiénes son los responsables, ya sea por acción u omisión, de que en un par de años se haya dilapidado un valioso patrimonio social acumulado por varias generaciones.

A día de hoy, hay sobradas evidencias de que en ningún momento se nos dijo toda la verdad, que por unos y por otros se ocultaron o se tergiversaron datos esenciales so pretexto de no poner en riesgo el objetivo último, que era preservar en lo posible la autonomía financiera de Galicia. Como también está claro que nadie es inocente, por más que todos se empecinen en parecerlo. Quien más y quien menos, cada cual tiene su parte de culpa en el desaguisado final, desde los gestores de las dos cajas, hasta el gobierno Feijóo, pasando por el Ministerio de Economía y el Banco de España, los principales partidos políticos y, por supuesto, los principales grupos mediáticos de este país. Y sin olvidar a las empresas auditoras, que no supieron hacer su trabajo, o se dejaron engañar, contribuyendo a que hiciéramos un pan como unas hostias.

Tendría su morbo que comparecieran ante la comisión parlamentaria los Méndez, Gayoso, Pego, García de Paredes y compañía, para que rindiesen cuentas ante sus señorías de su gestión al frente de unas cajas que hicieron de su capa un sayo, actuando con patente de corso, como si nunca fueran a tener que dar cuentas a nadie de sus aciertos y errores, a no ser a comisiones de control designadas por ellos mismos.

Ya que no responderán nunca ante los tribunales de lo que hicieron, que por lo menos se sometieran al escrutinio de los representantes de la ciudadanía, con luz y taquígrafos.

Tal vez llegásemos a saber cómo estaba realmente por dentro cada una de las cajas cuando comenzó la reordenación del sector, hace un par de años, ese gran misterio que nunca quisieron revelarnos, tal vez por nuestro bien. Descubriríamos si era cierto el extendido rumor de que una estaba para el arrastre y la otra, no tan mal. Incluso comprobaríamos hasta qué punto se desperdició la oportunidad de salvar al menos en parte a una de las entidades, vía SIP o unión interregional, en lugar de sacrificarlas a ambas en una integración forzosa condenada al fracaso.

También sería de sumo interés escuchar en O Hórreo a los mandos intermedios de Caixa Galicia y Caixanova y a los representantes de los trabajadores explicando. Nos dirían cómo vivieron desde dentro y en primera persona la progresiva desnaturalización de unas entidades semipúblicas y comprometidas con el servicio público (las del interés desinteresado) para competir de tú a tú y sin complejos con los bancos. Conoceríamos unos cuantos casos de nepotismo puro y duro. Ellos también fueron testigos de excepción de los enormes riesgos asumidos en cientos de operaciones especulativas, y no sólo urbanísticas, cuyos polvos dieron lugar a estos lodos. De paso también podrían detallar la sucesión de despropósitos que condujo a inflar la antigua obra social y cultural, con monumentales edificios y programaciones de lujo, que aunque la dichosa fusión hubiera salido bien, no podríamos mantener.

fernandomacias@terra.es