Dígaselo a la cara, frau Merkel", tronaba esta semana el diario sensacionalista Bild. ¿Decirle qué? Pues, entre otras cosas, que "venda de una vez propiedades estatales". Es lo que la derecha liberal alemana deseaba que Merkel le exigiera a Papandreu para desbloquear el rescate de Grecia. Los aristócratas arruinados venden los castillos, las tierras, los cuadros y las joyas de la abuela. Los estados deberían hacer lo mismo, en opinión de los halcones de la disciplina.

Pero los presentes son malos tiempos para vender nada. El Gobierno español ha suspendido la salida a bolsa de un 30% de Loterías del Estado porque iba a sacar bastante menos de lo que esperaba. Las prospecciones apuntaron a que el mercado tasa el organismo en 17.000 millones de euros, bastante por debajo de los 21.000 millones que recogen los libros contables. Por tanto, la privatización iba a aportar 5.100 millones en lugar de los 7.000 millones previstos. El Gobierno decidió no cargar con la responsabilidad de malvender. Que lo haga Rajoy, si quiere.

Si eso ocurre en España, ¿qué pasaría si Grecia montara un rastrillo callejero con el patrimonio de su estado? Los apuros del vendedor son una gran fuente de ganancia para el comprador. Grandes fortunas se han amasado por el método de esperar a que empresas y particulares lleguen a la vecindad de la quiebra para quedarse con sus bienes a precio de saldo. Depredadores y carroñeros sobrevuelan Atenas de un tiempo a esta parte, esperando el momento propicio. Como la ingenuidad es un derecho pero no un deber, uno se pregunta a quién aprovecha el "Dígaselo a la cara" del Bild.

La crisis de la deuda, que lo es de la pública y de la privada, mantiene los ríos lo bastante revueltos para que ganen los pescadores dotados de un buen respaldo financiero, porque en otras partes del mundo andan con el viento en la popa. El hundimiento de la bolsa y los problemas de liquidez de nuestras cotizadas facilitan los asaltos. Así vemos cómo una constructora asfixiada abre la puerta de una gran petrolera española para que sea penetrada por una competidora internacional. Con dinero fresco en las arcas, hoy sale a cuenta ir de compras por nuestros mercados. Como decían los turistas en los años sesenta, España vale la pena porque es un país barato. Y Grecia, no vea: una ganga, oiga, una ganga.