A la poca gente que todavía no ha agotado su reserva de ingenuidad le habrá sorprendido que el presidente saliente señor Zapatero, con el Parlamento disuelto y las elecciones generales ya convocadas, haya firmado con Estados Unidos la instalación permanente en Rota (provincia de Cádiz) de cuatro sofisticadas fragatas norteamericanas como parte de un sistema antimisiles cuyo objetivo declarado es proteger a los países integrados en la OTAN de un hipotético ataque de Irán y de Corea del Norte (el mero enunciado de los hipotéticos enemigos ya suena a broma). Y aún les habrá sorprendido todavía más que ese acuerdo se hubiese venido gestando desde hace nueve meses en discretísimas conversaciones de las que estaba perfectamente informado el jefe de la oposición, señor Rajoy, su casi seguro sucesor antes de fin de año. ¿ Pero no es este mismo Zapatero -se preguntarán algunos- el hombre al que la derecha más reaccionaria le afeaba sus menosprecios a la bandera norteamericana en un desfile y su retirada de Irak? ¿Y no es acaso este mismo hombre el ridículo político antiyanqui que nos avergonzaba ante los países serios, el paria mundial que solo se relacionaba con Cuba, con la Venezuela de Chávez, y la Bolivia de Evo Morales? Pues se ve que no. Mientras era injustamente insultado y zaherido en su propio país, el gobernante que nos abochornaba ante el mundo era recibido con todos los honores en los despachos de la potencia imperial y firmaba en representación nuestra un acuerdo militar de extraordinaria importancia estratégica. De tanta importancia que, en realidad, viene a reafirmar la entrega de la llave militar del Mediterráneo a Estados Unidos y permite a ese país consolidar una cabeza de puente hacia África, un continente de enorme valor económico y estratégico para sus intereses. Además, por supuesto, de vigilar de cerca la evolución de los acontecimientos en los países árabes y asegurar aun más la defensa de Israel, el primer país que habría de sufrir el hipotético ataque de los misiles de Irán si los mapas no mienten. El cambio de rumbo de Zapatero en política internacional y económica (que ya se barruntaba desde que don Javier Solana asumió el papel de asesor cercano en el palacio de La Moncloa) ha sido espectacular. Y este acuerdo clandestino con Estados Unidos, al que se le permite por primera vez en la historia disponer de una base permanente en Rota para sus barcos, lo confirma. Hasta ahora, ningún barco de guerra norteamericano tenía base permanente en España, y cabe recordar que el presidente Suárez forzó el traslado a Italia de un buque nodriza para aprovisionamiento de submarinos nucleares, que intentaba burlar esa situación. Claro que, a Suárez esa arrogancia, y otras, como la no entrada en la OTAN, el no reconocimiento de Israel, y el envío de observadores a la conferencia de países no alineados, le costaron la dimisión y un golpe de estado. De hecho, salvo estas excepciones, la política de nuestros presidentes de gobierno respecto de Estados Unidos ha sido de subordinación incondicional en diversos grados. Y de golpes de efecto, sin debate previo. Calvo Sotelo solicitó el ingreso en la OTAN nada más tomar posesión, después del bochorno del Tejerazo. Y Aznar se hizo la foto en las Azores para anunciar la agresión militar a Irak. La conducta de Zapatero no es una excepción. Habrá que estar atentos a las compensaciones. La llave del Mediterráneo podría suponer beneficios inmediatos en el Cantábrico.