En general la prensa pasa de largo ante minucias más o menos federales, a no ser que se trate de Alemania, el Reino Unido, hasta Francia, y así.

Para enterarnos de los resultados en la Región Autónoma de Madeira tenemos que acudir al gran milagro del ya santo Job y entonces, oh, cielos, las cifras cantan: el PSD, nueva mayoría absoluta con un 48%, y los socialistas, hasta ahora segunda fuerza, pasan al tercer lugar, para beneficio de los democristianos.

En lenguaje paladino, que en la paradisíaca Madeira ha vuelto a obtener mayoría absoluta, 33 años después, este Jadim de sus delicias que nuestro Camps. El rampante Roberto J. Jardim, auténtica reencarnación de o Porco de Pé de la mitoloxía risquiana, tiene el cuajo de acorazarse tras el escudo del impunemente autodenominado Partido Social Demócrata. Hasta qué punto estarán descarnadas sus carnes, que las críticas han pretendido traspasarlo incluso desde el seno gobernante en Lisboa de su formación. Resulta que la avaliación de la incalculável dívida madeirense -la de Portugal asciende a más de 23.000 millones de euros- se ocultó hasta la jornada de reflexao.

Con todo -las mayorías absolutas también deviene relativas- esta vez la quinta feudal empieza a parcelarse: de dos a más de dos partidos con representación en el Parlamento regional. A semejanre ritmo el primer presidente post Feijóo quizá sea contemporáneo del Xacobeo 2021, y gracias.

Como folklórico consuelo podemos asegurarles que los chous electorales made in USA se quedan en mera simulación digital frente a las charangas populares de Madeira, tanto de los partidos esmagantemente mayoritarios como de los grupúsculos que pretenden entrar en el Legislativo por la puerta grande. O Bloco, muito longe do Bloque, o Nova Democrazia, cuya mascota aparente, o burro Bejiga, conducen al pie del Ejecutivo regional.

Madeira, tantos séculos grávida de Pinocho.