Ha fallado un conmutador de red", han contado los jefes de Blackberry, y por eso millones de usuarios se quedaron sin el cordón umbilical inalámbrico que les une al ciberespacio donde quiera que vayan. De repente, el aparato maravilloso se convertía en un vulgar teléfono móvil útil tan solo (¿tan solo?) para hablar y enviar mensajes SMS. Nunca tantos dependieron tanto de un simple conmutador.

Uno se lo imagina en términos analógicos y eléctricos en lugar de digitales y electrónicos. Como en una película: zoom lento hacia un cuadro de empalmes del que empieza a salir algo de humo y unas chispas premonitorias. Súbitamente, el fogonazo. Lo siguiente es un plano general nocturno de la gran ciudad, cuyos rascacielos se van apagando por sectores hasta llegar a la oscuridad más absoluta. En el despacho del alcalde todos parecen haberse vuelto locos. Entra un chico con un walkie-talkie, a punto de agotar la batería, e informa: "Se ha quemado un relé y la sobrecarga ha hundido toda la red". El alcalde truena: "¿Una ciudad de diez millones de habitantes, paralizada por un simple relé?".

Pues lo mismo, pero en virtual: comunicación en lugar de electricidad, y aldea global en lugar de metrópolis. Hemos avanzado mucho para llegar a donde solíamos. Al parecer, toda nueva tecnología está condenada a sufrir en algún momento un colapso de crecimiento, cuando el éxito va por delante de su capacidad para digerirlo: del automóvil que agota en dos días cualquier ampliación de las autopistas urbanas a los mensajes telefónicos de Año Nuevo que llegan por Reyes.

Lo curioso es que internet nació para evitar esto. Su tecnología se basa en que la información busca por sí sola las mejores rutas en una red sin centro, con miles de nudos y millones de caminos. Si una ruta está cerrada, prueba otra. Fue una gran idea, pero alguien la olvidó, porque la compañía de las bayas de zarzamora no ha podido aguantar el fallo de un único conmutador, y la caída del sistema se ha extendido por varios continentes. Por favor, que alguien nos diga si están mejor asegurados los sistemas informáticos que conectan las grandes decisiones políticas, económicas y militares del mundo. Sería muy lamentable que un conmutador despistado liara la tercera guerra mundial.

Entonces el alcalde quiso llamar a Batman, pero el Batphone con bombilla dentro no funcionaba. Y tampoco la Batberry.