Alos que inocentemente te consideran más enterado de lo que va pasar con las pensiones, con los sueldos y extras de los empleados públicos , con el futuro en general hay que recomendarles que observen la actuación de los nacionalistas catalanes al mando del gobierno.

Como casi todos tengo algunos antepasados que buscaron Cataluña como tierra de alimento, huyendo del desierto económico que los bancos y cajas del país, potentes ya entonces, no lograban hacer los esfuerzos necesarios para dar de comer a los suyos y se limitaban a recaudar los ahorros para vaya a saber usted qué.

Era el momento en el que se venía del campo a la ciudad y de aquí se marchaba a Suiza, Bilbao o Badalona.

Tengo un vago recuerdo, una tía abuela, quizá alguien más en ese entorno emigrante catalán, porque el único poso que sostengo tiene que ver con un viaje fugaz en el que pudo haber alguna reunión familiar en la que se habló catalán, recuerdo posteriores comentarios de indignación, de falta de respeto... por no haber hablado castellano en presencia de foráneos, que a ver qué tenían que ocultar. Quizá hubiese sido mi primera noción de conflicto lingüístico y el primer rum rum anticatalán en mi ambiente, siempre modulado con rivalidades futbolísticas ajenas a mis intereses, al nacionalismo español, repulsivo en la dictadura y al regionalismo folclórico propio de reuniones con queimada, rianxeira, maitechu mía, rancheras, tangos, malagueñas salerosas, palmeros que suben a la palma y demás tópicos, pero sin ninguna sardana en el popurrí étnico-vocal emergente de los efluvios etílicos.

Sirva esta digresión para poner el contrapunto. Posteriormente la relación con hablantes de otras lenguas fue más civilizada; gracias al estudio del latín y del francés, leer catalán fue asequible.

El nacionalismo era amable, gobernado por gente tolerante, colaboradora con los intereses superiores, pero creo que sintiéndose siempre más importantes que el resto de los peninsulares; se sabían más europeos y cosmopolitas, su democracia, más veterana y experimentada. Poco a poco fueron arañando derechos y privilegios más allá del café para todos de la transición y los estatutos de autonomía uniformados. Las crisis económicas y de gobierno se fueron sucediendo y sus derechas nacionalistas fueron apoyando las posturas que mayores réditos pudiesen revertir en las arcas convergentes del pujolismo cuasiperfecto. La izquierda se conformó con el seguidismo y siempre fue catalana antes que de izquierdas, siempre rehén.

Los lodos los estamos viendo, ultras y extremistas de todo pelaje fomentan odios a moros, españoles, catalanes, es decir, a los distintos y sus dirigentes, siempre con el Iibrillo del papel de fumar a mano para lo que fuere menester. Una pena. Es francamente decepcionante comprobar cómo esas fronteras, lingüísticas con frecuencia, van minando la convivencia y que determinados dirigentes como Mas o Durán i Lleida agudizan el ingenio para malmeter y desviar atenciones y tender cortinas de humo, liarla parda mentando los euros que cuesta -a todos, no a ellos- mantener la cohesión social en la Andalucía rural sin mirarse el ombligo para echar números de cuánto nos cuestan sus normalizaciones e inmersiones, sin olvidar las subvenciones industriales y el sostén de las veguerías.

Es una pena que todo el discurso intelectual del honorable Mas no dé para más que analizar la fonética de un coruñés o un malagueño al usar el español, cuando él no sabe concordar sujeto y predicado. Cría cuervos y después del 20-N tendrás más o Mas.

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