Anteayer fue un día de esos, escasos, en que uno disfruta los recursos que tiene alrededor. De acuerdo con que el tiempo no era bueno, y que la lluvia amenazaba con estropear el paseo. Pero, después de comer, tuve tiempo para acercarme al siempre especial Monte de San Pedro. No sé si les pasa a ustedes, pero yo, siempre que quiero compartir Coruña con alguien que viene de fuera, allá me planto, entre otros lugares especiales de la ciudad. La conjunción de cielo y océano, y ese especial ajardinamiento, me llenan de armonía y paz.

El visitante, en este caso, era un buen amigo. Juanma, Juan Mezo, consultor especializado en comunicación y captación de fondos para el sector social y vinculado a ESADE, participaba en un par de sesiones en la ciudad. Vino invitado por el Programa Máis Social, auspiciado por la Fundación Barrié, que trata de proporcionar herramientas de gestión a personal de organizaciones no lucrativas de nuestro entorno. Un campo de trabajo bien interesante, teniendo en cuenta que este momento de coyuntura económica adversa afecta, también, a este importante sector.

Nos retrotrajimos a aquellos tiempos de hace quince años, casi míticos, en que la cooperación internacional daba algunos de sus primeros pasos en Galicia. Recordamos a un conjunto de personas, hoy embarcadas en otras aventuras sociales a lo largo y ancho del país, que modelaban los mimbres de Intermón Oxfam y otras organizaciones incipientes. Eran tiempos de anhelo y esperanza, y de convencimiento de que algún día llegaría un mundo mejor. Nuestro proyecto lo pilotaba Ignasi Carreras, que también estuvo hace poco en la ciudad, precisamente implicado en el mismo afán de formación y liderazgo social de la Fundación Barrié.

Como les dije, estuvimos mirándoles a ustedes desde lo alto del Monte de San Pedro. Pude ir enseñándole a Juanma, de lejos, cada uno de los lugares y edificios señeros que se construyeron en Coruña, y que, en muchos casos, han dado a la ciudad su personalidad. Y, mientras, me preguntaba qué ha cambiado desde aquellos años a nuestros días. Un interrogante que, en las últimas semanas, tuve ocasión de plantear en otros foros, seguramente desde sitios menos sugerentes para el ejercicio del diálogo, el pensamiento y la contemplación.

El caso es que, creo, que en todo este período, entre otros muchos cambios verdaderamente profundos, importantes y a veces vertiginosos, se ha perdido un poco de ilusión por lo colectivo, por lo de todos. Lo que un día, en la transición, representaron los partidos políticos, en algún momento lo retomaron las oenegés. Y hoy, ¿quién? De acuerdo en que los últimos movimientos ciudadanos han canalizado muchas de las inquietudes de personas individuales sobre el devenir de lo público. Pero la natural efervescencia y evanescencia de tal tipo de ejercicio ciudadano dificulta su conversión en punto de referencia estable. Y, me parece, la inquietud social de vanguardia se sigue quedando un poco desnortada. Quizá es que los problemas más directos sobre las personas, más domésticos, nos han tomado la delantera, y así es difícil pensar, en un primer momento, cómo y cuándo construir en colectivo. Aunque fíjense que la experiencia en otras realidades nos dice que el mayor grado de aglutinación y emprendimiento social se produce en momentos no precisamente fáciles... ¿Será así también aquí? El tiempo lo dirá...

Bueno, ahí estábamos. Mirándoles. Descubriendo e intuyendo. Quizá, también, soñando. Más tarde ya habría tiempo para volver a la frágil, entreverada y compleja realidad. Y seguir manos a la obra, entre todas y todos, de edificar una nueva sociedad...

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