Antes de entrar en el análisis de la polémica desatada por Peces Barba al especular, en tono de broma, sobre lo mejor que le pudiera haber ido a España de haber optado por la anexión de Portugal en vez de por la anexión de Cataluña allá por el año 1640, conviene hacer un breve resumen histórico. En el año 1578, el joven rey Sebastián de Portugal emprendió una insensata campaña militar en Marruecos que concluyó con la derrota de Alcazivir. El propio rey pereció durante la batalla y gran parte de la nobleza portuguesa resultó muerta en combate o fue hecha prisionera. Un tío abuelo del fallecido monarca, el cardenal don Enrique, asumió la corona durante año y medio, pero, al morir, la crisis que ya padecía el país se agudizó. El trono quedó vacante al no existir herederos directos, y el poderoso rey de España, Felipe II, que era tío de don Sebastián, vio la ocasión de unir el potencial, entonces inmenso, de las dos coronas ibéricas y se postuló como candidato. Las Cortes portuguesas aceptaron la propuesta, y en 1581 Felipe II fue nombrado rey de Portugal, escogiendo la ciudad de Lisboa como capital inicial de la unificación dinástica. A partir de ese momento, se inicia un periodo de sesenta años durante el cual fueron sucesivamente reyes de España y Portugal Felipe II, Felipe III y Felipe IV. La relación entre los dos reinos no fue problemática al respetar los monarcas la autonomía de cada uno de ellos en política interior, y la convivencia entre el idioma castellano, dominante en el ámbito oficial, y el portugués no planteó demasiados problemas. Como diría el señor Nuñez Feijóo, era un "lusismo cordial". No obstante, las cosas se fueron torciendo poco a poco, por razones fundamentalmente económicas y el sentimiento de la identidad portuguesa, que nunca había desaparecido, rebrotó con fuerza. Hasta que se produjo un suceso decisivo. En 1640, los catalanes se alzaron en armas contra la corona española y cuando el conde duque de Olivares recabó ayuda militar a Portugal, don Juan de Braganza no solo se negó a ello sino que aprovechó la coyuntura para declarar la secesión y ocupar el trono. Puesto ante la tesitura de sofocar la rebelión catalana o la portuguesa, el valido de Felipe IV optó por la primera opción. Desde entonces, uno de esos momentos en que la historia puede tomar uno u otro rumbo ("momentos estelares de la humanidad" les llamó Stefan Zweig en su famoso libro) se ha discutido mucho sobre la hipotética evolución de nuestra historia de haber actuado Olivares de otra manera. ¿Hubiera eso beneficiado o perjudicado a la difusión de la lengua portuguesa y por ende de la gallega? ¿Hubiera caído Cataluña bajo la influencia de Francia? ¿Hubiera prevalecido el flamenco sobre el fado? No lo sabremos nunca. Por eso mismo, parece un tanto exagerada la reacción a las palabras de Peces Barba, aunque ha de reconocerse que, ironías al margen, no fueron muy afortunadas. Decir que la secesión de Cataluña nos hubiera evitado la tabarra de los duelos futbolísticos entre Madrid y Barcelona puede ser una gracia, pero aludir a que no se ve como necesario un nuevo bombardeo de Barcelona para resolver el auge del independentismo catalán parece una desmesura. Barcelona fue bombardea con saña el 3 de diciembre 1842 por orden del general Espartero y el 18 de marzo de 1938, de forma bárbara, por orden del general Franco.