El día 20 de noviembre, sobre las diez de la noche, muchos comenzaron a impacientarse porque Rajoy -que todavía hoy no es presidente- no desvelara sus planes.

Son los mismos que lo pondrían como no digan dueñas si ahora mismo hiciera lo contrario. Exactamente los mismos que, no más ayer, ponían a Zapatero por los cuernos de la luna cuando el jovem tigre, no día ululante, dijo que apoyaría el estatuto que viniera de Cataluña y todo cuanto después hubo de celestinear Caamaño como fuera.

Aseguran ellos que el PSOE, que escondió su deserción tras la máscara de un populismo grosero, es un partido de izquierda y no un depósito de ruinosas estatuas que higienizan la noche y la lluvia.

No defenderé yo a Rajoy habiéndole negado el voto, pero su mayoría deja en peor lugar al Gobierno, a Zapatero y a Rubalcaba, parindo destroços bíblicamente.

Pendiente desde que Jovellanos redactara su Informe, nadie habría de esperar que el Partido Popular acometiera la reforma agraria que soslayó el PSOE concediendo beneficios a la duquesa de Alba y, al tiempo, subvencionando a los sin tierra por rentabilizar el voto cautivo.

Nadie habría de esperar que con el PP mejorase una escuela que, a la medida de la derecha más recalcitrante, el PSOE y Rubalcaba -tan astuto- perpetraron por alejar a los humildes de la igualdad de oportunidades y reducir a pintorescas excepciones los rarísimos casos de movilidad social -de redención- que el sistema no lograra impedir. Nadie habría de esperar, tampoco con Rajoy, que no fueran los más débiles quienes, forzados por el Gobierno, acudieran al rescate de una banca cuya inmoralidad está en el origen de la crisis dichosa.

No, no habríamos de esperar del PP nada de esto. No habríamos de esperarlo como un día lo esperamos en vano del PSOE.

Lo que ahora cabe esperar es que otros ocupen y se consoliden en el espacio socialdemócrata. Otros que sin renunciar a ninguna conquista social que de verdad lo fuera, defendieran sin complejos la igualdad, la justicia y la solidaridad; otros que recuperasen la idea de la redistribución en favor de quienes por nacimiento hubieran de cargar con alguna de las desventajas que el zapaterismo pajinista profundizó más allá de su retórica formidable y vana, de lo que fue auténtica "ninfomanía impregnada de un patético darse" para nada.

Mientras, los parias, con necesidades y congojas dobladas que no podrán satisfacer ni consolar, habrán de acudir a Cáritas.

Agotada la demagogia, el PSOE y los sindicatos -los sindicatos de clase, naturalmente- nada tendrán para aquellos a quienes el momento exige, otra vez, suportar o inverno com a coragem dos sonhos.