Dijo el argentino Horacio Verbitsky que periodismo "es difundir aquello que alguien no quiere que se sepa, el resto es propaganda". Tal vez por ello los medios se ponen como locos cuando pillan a alguien largando con desinhibición ante un micrófono que creía cerrado o alcanzan a conocer las palabras de un mensaje cifrado. La excitación ante lo secreto lleva a sobrevalorar la importancia del descubrimiento, y el hecho mismo de abrir la caja se convierte en tanta noticia como su contenido.

El lunes en Bruselas un micrófono abierto delató al presidente del Gobierno español confesando a su homologo finlandés, Jirki Katainen, que "la reforma laboral me va a costar una huelga". Se ha sobreentendido que se refería a una huelga general, aunque tal palabra no conste en su frase. Bueno es saber que Mariano Rajoy dedica una parte de su tiempo a evaluar los costes políticos de sus decisiones (otra cosa es que acierte), pero lo verdaderamente noticioso hubiera sido que se le escapara comentar los posibles contenidos de la reforma.

Aunque la previsión misma de la huelga ya anuncia que la reforma no va a gustar a los sindicatos, este dato ofrece pocas pistas, porque las centrales pueden reaccionar contra una variedad de cambios: desde el ámbito de negociación hasta las modalidades de contrato, pasando por las condiciones de despido. Y el contexto de la conversación invita a la duda sobre la sinceridad del discurso: no todo lo que se dice fuera de los micrófonos es por ello más auténtico.

En su primera cumbre europea, Rajoy ha ido a convencer a todo el mundo de que él está haciendo los deberes con esfuerzo y aplicación, sin que le tiemble la mano. Sin duda, el jefe de Gobierno finlandés no fue el único en recibir estos comentarios pretendidamente informales. En realidad, no hay casi nada informal en las cumbres; los corrillos forman parte del ceremonial, y en ellos se sueltan mensajes perfectamente medidos con voluntad de preparar el terreno e influir en las decisiones. El mensaje de Rajoy era: "Pueden confiar en mi capacidad de sacrificio", lo que se recibía con los naturales gestos de asentimiento.

La filtración del diálogo habrá conseguido efectos similares en una parte de la opinión pública española: he aquí a un gobernante que no se arruga ante el peligro. Y al tratarse de un secreto revelado, recibe una atención especial y una engañosa pátina de veracidad. No tardará el día en que los políticos se dejen cazar premeditadamente como parte de su estrategia de comunicación, de la misma forma que ciertos famosos pactan las imágenes robadas de su último romance.