Por los medios de comunicación sabemos que el Gobierno del PP no convocará este año el debate sobre el estado de la nación, alegando que nunca se ha promovido tal actuación parlamentaria en el primer año de la investidura. Tales actuaciones parlamentarias se iniciaron en 1983 y desde tal fecha sólo se han dejado de celebrar en siete ocasiones, o bien por convocarse elecciones generales o en 1989 y el pasado año, porque se convocaron elecciones anticipadas. En todo caso, está claro que la no convocatoria de este debate es la debacle del estado de la nación, provocado por la incompetencia de un equipo de gobierno que suma contradicciones e incompetencias difícilmente explicables en un ejecutivo que aireó, a diestro y siniestro, sus currículos de súper titulados para demostrar que eran superiores y que su palabra y decisiones marcarían un nuevo y prometedor camino para devolverle a la ciudadanía los valores y derechos que, según Rajoy y cía., habían perdido al haber sido engañados por el gobierno presidido por Zapatero.

La maravillosa actuación de Rajoy, desde su asalto al poder, comenzó en plena campaña electoral, cuando delante de las cámaras de la TVE, le espetó a Rubalcaba aquello de: "Yo no soy como usted; yo lo que no llevo en mi programa no lo hago..." . Evidentemente, como el PP no tenía ningún programa, lo fácil era decir no a todo y ofrecer humo. Lamentablemente, muchos electores creyeron, de buena fe, que el cambio disiparía los nubarrones que se cernían sobre un país, España, al borde del abismo económico.

La sociedad española no merece que unos pinochos amparados en supuestos antecedentes parlamentarios hurten con nocturnidad, alevosía y premeditación un debate necesario. Una confrontación democrática en el seno del máximo estamento de la representación del pueblo soberano para que los ciudadanos podamos enterarnos de lo que ocurre; sepamos a dónde vamos con los rescates "bancarios" (palabra proscrita por los pinochet-es), qué esperamos de los mercados financieros y cuáles son las líneas principales para afrontar la situación.

La deriva argumental del gobierno del PP, su sometimiento al imperialismo prusiano, por cierto, enfrentado a las tesis del gobierno de Hollande y mucho más al de Barack Obama, no debía ser asumida por Rajoy y su gobierno de escapistas narigudos que parece no quieren enterarse de su caída en picado en los sondeos de opinión. El último del GESOP, si ahora se celebrasen elecciones el PP perdería la mayoría absoluta, 6 puntos y 18 escaños. Lo cual demuestra que las pinochadas, los espectáculos de títeres, en política, terminan siendo una debacle, en este caso nacional.