Cuando yo era pequeño creía que Errol Flynn, Gary Cooper, el Gordo y el Flaco, Ronda Fleming y Debbie Reynolds hacían el cine, que eran el cine. Luego supe de los directores y más tarde que las películas eran el producto de un entramado industrial en el que productores y guionistas, técnicos de sonido, vestuario y maquillaje, electricistas y carpinteros eran imprescindibles para que las estrellas nos emocionasen, divirtiesen o aterrorizasen en las salas. En la función pública también hay primeros actores y muchos trabajadores que hacen posible su labor. Las injustas críticas contra los funcionarios se hicieron selectivas cuando los críticos se percataron de que en el servicio público hay médicos, jueces, maestros, guardias civiles, embajadores o comandantes de artillería. ¡Ah no!, que a esos los necesitamos porque cuidan nuestra salud, nuestra seguridad y la educación de nuestros hijos, de nuestro servicio exterior o de nuestra defensa. Sobran los otros, los de la ventanilla, los de la póliza, los que solo llenan papeles. Pues bien, hay que ser muy ignorante para no saber que detrás de un diagnóstico, de una sentencia, de una investigación, de un buen servicio educativo, de fomento o de exteriores, que detrás de una eficiente inspección fiscal hay siempre, necesariamente, una burocracia pública eficiente, racional, objetiva y muy profesional que es la base de unos buenos servicios públicos. Así es desde que existe el Estado y mejor funcionará este cuanto mejores sean los cuerpos generales, Técnico, de Gestión, Administrativo, Auxiliar y Subalterno. Profesionales imprescindibles en cualquier Estado moderno que se precie de serlo. Los componen gentes con estudios, con títulos diversos que accedieron a la Función Pública mediante oposiciones reñidas y que continúan formándose para dar mejor servicio. Trabajan en cualquier condición con sueldos modestos y en muchos casos muy bajos si se comparan titulaciones, conocimientos y responsabilidad con el ámbito privado. No hay salarios escandalosos y se jubilan sin indemnizaciones, fondos de pensiones, bonos o jubilaciones de oro. Y si se repasa su remuneración en un tracto, pongamos, de diez años, se verá que sus aumentos anuales son, cuando son, de risa. Esa es la realidad de los cuerpos generales y también de los especiales, por supuesto. El punto fuerte de las críticas suele ser la estabilidad en el empleo. Claro, por eso entre otras cosas se mataron a estudiar. Por eso consideran su salario compensado. Por eso y porque en el sector público saben que la igualdad de sexos, el respeto a la libre opinión, a la dignidad de las personas y a las condiciones laborales más dignas se garantizan mejor que en el privado. Tener estabilidad y una jornada de trabajo no esclavizante no es criticable ni penalizable, ¡faltaría más! Que haya habido contrataciones injustificadas, que sobren nombramientos de partido que solo entorpecen el trabajo funcionarial o que haya funcionarios tóxicos como hay curas o futbolistas tóxicos no es responsabilidad del funcionariado. Los funcionarios están sobrellevando la crisis, el recorte de ZP y ahora el de Rajoy, con entereza y comprensión. Y, lógicamente, con alguna que otra protesta siempre, eso sí, civilizada.