Finalmente, el adelanto de las elecciones vascas acabó por marcar la agenda política gallega. El presidente de la Xunta , Alberto Núñez Feijóo, apuró hasta el último día la decisión de reunir de urgencia al Consello y adelantar los comicios gallegos al 21 de octubre, tras una semana de incertidumbre y presiones. Feijóo justificó el adelanto del calendario electoral como una medida que brinda una mayor estabilidad a Galicia, al evitar una interminable precampaña electoral hasta marzo, aunque reconoció que la convocatoria de las elecciones vascas resultó determinante en su decisión y le privó de algo más de libertad para fijar la fecha de los comicios.

Arguyó también una razón de Estado, para evitar someter al país a dos comicios regionales en un plazo de 130 días en pleno cuestionamiento de la viabilidad económica del mismo Estado de las Autonomías. Y en último lugar lo justificó por la necesidad de dejar blindada la capacidad de planificación económica del próximo Gobierno gallego, al que Feijóo dejará los presupuestos de este año prorrogados para que el nuevo Ejecutivo pueda sacar adelante los de 2013 en el menor plazo posible. De ahí que haya solicitado a los líderes de la oposición que se acelere al máximo el plazo de un mes para constituir el Parlamento y poder así aprobar las cuentas cuanto antes.

El resultado de los comicios será una reválida personal para Feijóo y, en alguna medida, también para Rajoy. Una derrota apartaría al barón gallego de una prometedora carrera política que puede llevarle más allá de Galicia y sería un estigma para el líder del PP nacional, ya que perder en su feudo le haría más vulnerable a la contestación social a los recortes en el otoño caliente que se avecina.

Este adelanto electoral de más de cuatro meses es el mayor en Galicia y el tercero en los comicios autonómicos españoles desde la transición democrática. Solo Álvarez Cascos y el lehendakari vasco Ibarretxe lo superaron, aunque ninguno de ellos contaba con mayoría absoluta como Feijóo. En Galicia, solo Manuel Fraga decidió acometer un importante adelanto electoral en 2005, ante el declive de una dinastía autonómica que llevaba en el poder 16 años y el desgaste por la catástrofe del Prestige. La medida no le salvó de la derrota, que aupó al bipartito al control de la Xunta. Por el contrario, Touriño, que se vio en este mismo brete en 2009, pero hizo oídos sordos a José Blanco, que le demandaba un adelanto electoral, acabó igualmente defenestrado..

El 21-O los electores darán un gobierno a Galicia, sí, pero también medirán los efectos de los ajustes del Gobierno de Rajoy. El adelanto de las elecciones era la opción más favorable para la formación que detenta el gobierno, como reconocían en privado voces autorizadas del PP gallego, ante las encuestas del partido que revelan el lógico desgaste que sufren las siglas desde las generales.

A pesar de que Galicia se haya situado en términos de déficit como la comunidad más solvente desde 2009 y no penda sobre ella en estos momentos amenaza de rescate al haber aplicado Feijóo con anterioridad en Galicia las políticas de austeridad que ahora acometen el resto de comunidades. Su punto débil es sin embargo la situación económica, donde no se ha podido frenar un incremento del desempleo, que ha pasado de una tasa del 12,4% al 21%, con una evolución en los últimos meses peor que la media española. El previsible enfriamiento del consumo por la subida del IVA en septiembre, junto con las temidas condiciones que Bruselas pueda imponer a España por un rescate que se ve cada más cercano, que podrían afectar por primera vez a los pensionistas, un sector clave para el granero electoral del PP, sin duda ofrecerían un peor escenario electoral en la primavera de 2013.

Paradójicamente, el adelanto electoral también resulta favorecedor para las expectativas de los líderes de la oposición, el socialista Pachi Vázquez, que ve así esfumarse la amenaza de unas primarias que cuestionarían su candidatura a la Xunta, entre otros por el dirigente coruñés Francisco Caamaño, y Francisco Jorquera, cuyos potenciales rivales en el dividido campo nacionalista tendrán menos tiempo para fraguar alianzas que resten votos al BNG.

Más allá de estrategias lícitas para ocupar el poder, sería sin embargo un grave error limitar estas excepcionales elecciones a una cuestión de supervivencia política. El Gobierno y el Parlamento que surjan del 21-O deberán afrontar retos colosales para Galicia. De su capacidad dependerán soluciones para mitigar las consecuencias sin duda durísimas que traerá el último repechón de la crisis y refundar la esperanza en una salida del túnel de la recesión que nos devuelva a la ansiada recuperación económica. Para ello hará falta una amplitud política de miras que no puede anclarse en el mero interés partidista.