Nadie debe cometer la misma tontería dos veces; la elección es suficientemente amplia". (Jean-Paul Sartre).

"Los sabios y los tontos son igualmente inofensivos; los que más son de temer son los sabios a medias y los medio tontos". (Goethe).

Desde que usted asumió el cargo de ministro de Educación, todos nos percatamos de lo mucho que le divierte debatir con sus adversarios políticos del PSOE, a los que es tan fácil noquear intelectualmente. Ahora bien, señor ministro, hasta el momento, usted ha defendido lo indefendible: los tijeretazos a la enseñanza pública. Y, aparte de esto, se empleó a fondo contra una de las muchas ñoñeces zapateriles, es decir, contra la asignatura a la que pusieron por nombre "Educación para la ciudadanía". Y, por último, parece que va a defender que sigan percibiendo dineros públicos los centros que apuestan por una enseñanza no mixta.

¿Se da cuenta, señor ministro, que, con esto último, nos retrotrae usted a un tiempo que se sitúa varias décadas atrás? ¿Se da usted cuenta, señor ministro, de que, mientras la enseñanza pública languidece entre los recortes y la demagogia de un sistema educativo que su Gobierno no parece dispuesto a cambiar, lo que está sucediendo es que hay una inequívoca intención de plantear un debate falaz?

Y, de verdad, ya está bien de demagogias insostenibles por parte de todos. Ahora ya no se discute que la enseñanza de la religión católica esté presente en la enseñanza pública de un país que, constitucionalmente, se dice aconfesional. Ahora ya no se discute la necesidad de una enseñanza concertada en la que el Estado paga el sueldo al profesorado de ese sector empresarial, sino que se va más allá apostando por subvencionar también a centros cuya propuesta consiste en unos agrupamientos no mixtos.

O sea, una discusión que podría ubicarse hace más de cuatro décadas, mientras los que se reclaman progres no van más allá de proclamar las bondades de la enseñanza mixta, pero el resto es intocable.

¡Cuánta demagogia, señor ministro! Los liberados sindicales que huyeron de la tiza seguirán acudiendo a los centros a vender lotería y celebrarán reuniones con las autoridades autonómicas de turno. Todo, menos el anatema que supone pisar las aulas, aunque sea dos horas al día para no olvidarse de su profesión. El profesorado trabajará más y cobrará menos. El sistema educativo no se tocará en nada, salvo en las regresiones de las que estamos hablando. En eso, insisto, usted y los logseros están por completo de acuerdo.

¿Se puede este país permitir un sistema educativo que arroja los nefastos resultados que atestiguan los informes y los datos? ¿Se puede ir más allá, como ustedes pretenden, empobreciéndolo aún más?

A ustedes, don José Ignacio, lo único que les salva es la inconsistencia de la izquierda de siglas, la misma que reforzó los conciertos educativos, la misma que permitió la propaganda de una confesión religiosa en los centros públicos, la misma que no se atrevió en ningún momento a poner sobre la mesa que son muchas las familias que no pueden elegir centro, porque viven en núcleos de población donde no existe esa posibilidad electiva; la misma izquierda de siglas que tiene miedo al conocimiento, al esfuerzo y a la excelencia, la misma izquierda de siglas que legisló de tal forma que un docente puede ser humillado en el desempeño de su trabajo, sin que cuente con respaldo legal para defenderse ante ello.

Tras todo eso, señor ministro, llegan ustedes y lo que hacen es pagarnos menos, si bien con eso ya empezó Zapatero, y hacernos permanecer más horas impartiendo clase; pero ni siquiera se toman la molestia de mejorar nuestras condiciones de trabajo; ni siquiera se toman la molestia de replantearse la carrera docente.

Y, como sociólogo que es, a usted le consta que, en la medida en que el conocimiento se posterga, se veja a quien lo transmite. Añada usted a eso el empobrecimiento al que nos someten.

Pero, claro, no sólo seguirá habiendo dinero público para los centros concertados, sino también para aquellos colegios que opten por segregar en función del sexo. Si no se hubiera caído el Muro de Berlín en el 89, yo creo que ustedes se plantearían muy seriamente la posibilidad de aprobar una partida presupuestaria extra a los centros que, en los prolegómenos de las clases, rezasen por la salvación de Rusia.