En el Hollywood clásico, la necesidad de presentar un protagonista mundano, de impacto global y reconocido por las masas se polarizaría en la elección de la figura de un escritor de éxito. Con el cambio de milenio, y en cumplimiento de la sentencia de Gore Vidal -"ya nunca habrá novelistas famosos"-, un aluvión de películas tomaron como referentes a autores de libros de autoayuda, la nueva religión social. La primera década del siglo ha consolidado la estampa paradójicamente silenciosa del disc jockey. Quede como prueba la canadiense Café de flore, en torno a un maestro de las remezclas que vuela de un rincón a otro del planeta. La película se asemeja a una biografía profesional del parisino David Guetta, a quien Eivissa ha consagrado como el príncipe de estos profesionales solitarios y taciturnos, pero que desatan una cadena de explosiones a su paso. Es decir, la reencarnación del pistolero ensimismado, Clint Eastwood antes de la convención Republicana.

David Guetta o DG/DJ no oculta su desconcierto ante la transición de su profesión desde el anonimato hasta la repercusión planetaria. Hace una década que sus discos recopilatorios son ediciones sucesivas de Fuck me I'm famous, una declaración de asombro que exime de comentario o de traducción. La marca Ibiza Mix sella los álbumes. Si el disc jockey por excelencia simboliza la convulsión de los valores culturales y el triunfo postmoderno de una imprecisa labor creativa, Eivissa reedita su peso como expendedora de pasaportes de cosmopolitismo. De ahí su papel como geografía fetiche en la última entrega cinematográfica de Batman.

DG/DJ explora los límites de la sociedad de la fragmentación. El disc jockey prehistórico, una etiqueta asociada a mitos kitsch como José María Iñigo, respetaba la duración de la canción, una unidad hoy pulverizada ante la incapacidad del ser humano contemporáneo para mantener la atención durante tres minutos. Al dinamitar el átomo de expresión musical y remezclarlo con partículas subatómicas de variada procedencia, se obtiene curiosamente un producto de duración y efectos más dilatados. Esta labor de coctelería requiere de una sensibilidad tan difícil de teorizar como de apreciar. Sin embargo, la suspicacia ante criterios frívolos de valoración se suspende al recordar que siempre ha habido filósofos, novelistas o escritores de autoayuda de moda. Por razones difíciles de discernir, conectaron repentinamente con la atmósfera de los tiempos. Culminada su tarea, fueron sustituidos con la misma fluidez que los encumbró.

Nadie bebe ya un zumo de naranja, sin enriquecerlo con vitaminas y un arsenal de multifrutas. DG/DJ cabalga -jockey- sobre la exigencia social de la fusión a cualquier precio. Ferran Adrià aplicó las mismas recetas a la gastronomía, el concepto "molecular" de la cocina de El Bulli se transmuta en "electrónico" en la música más recompuesta que compuesta por el francés. Su trabajo consiste en eliminar las influencias a base de superponerlas, confundir el sentido y los sentidos para obtener la aclamación instantánea de la pista de baile, con la misma exaltación que sigue a la consecución de un gol por la figura del club de élite. Y ganando las mismas cifras astronómicas.

Palabras como "original" o "creación" disfrutaban de un valor absoluto en el clasicismo, pero han pasado a depender del contexto. Elegir la tonada ideal para cada situación supera en mérito a componerla. De ahí que DG/DJ funcione como un fabricante de perfumes sonoros, con un olfato auditivo hipertrofiado. Y más allá de la palabrería, su trabajo y su figura recuerdan al diseñador Custo, otro líder de la industria del enmascaramiento por solapamiento de tendencias. El espectador o comprador exige la garantía de que su consumo implica un ejercicio de multitasking.

DG/DJ profesa la capacidad de aislamiento junto a una contención familiar enraizada en la edad postlisérgica del agua mineral. La renovación de votos matrimoniales, en el vigésimo aniversario ibicenco de su boda con Cathy Guetta, entronca con su habilidad para darle al público lo que desea escuchar, pero no lo sabe. Y la condición de leyenda requiere que cualquier análisis sobre el desempeño profesional se someta a la condición de celebridad. DG/DJ la tiene, desde su minúscula cabina. El vicepresidente de Estados Unidos no la tiene, su figura es tan irrelevante que ni siquiera figuraba en la lista de objetivos hallada en el refugio paquistaní de Osama Bin Laden.