A una colectividad se le engaña siempre mejor que a un hombre.

Aunque no hayas perdido el contacto con la realidad durante este agitado mes de agosto, estos últimos días puedes echar un ojo a la información suministrada por todos los medios y en esa retrospectiva puedes hallar nuevas que te dejen más pasmado de lo que te encuentras habitualmente. Porque fue un mes de novedades, de golpes legislativos, de perlas cultivadas de valor incalculable como las de Wert y sus corifeos pontificando sobre niños y niñas y su adiestramiento cara al futuro que les espera, a ellas bien estudiadas, ser madres y amas de casa y a ellos, que saben matemáticas, a dirigir el cotarro. Insisto en lo del adiestramiento, no hablo de educación.

Es que además llegué a leer, con repetido pasmo, a desocupados mentales que vuelven a la carga con el discurso rancio de que ellas a lo suyo; qué es eso de trabajar y, mucho menos, qué va a ser eso de que aumenten las listas de paro con nombres femeninos, de señoritas que no han encontrado marido que las proteja en matrimonio y las prive de realizarse como solo se realizan las mujeres de verdad, según el cada vez más irresponsable Gallardón, como madres, quieran o no.

Es tal el grado de humillación que pretenden infligir que pierden la propia dignidad las propias mujeres del gobierno que han de oír sin pestañear que abortar no es su derecho. No he oído defender posturas como la del senador norteamericano que en plena campaña republicana habló de la violación legítima, pero tampoco vi que las campanas tocaran a rebato para mandar a ese sujeto a las cloacas de las que nunca debió haber salido.

Particular mención quiero hacer del pasmo que me produjo ver a esa troika femenina y gubernamental: la vicepresidenta Sáenz de Santamaría y las ministras Ana Pastor y Fátima Báñez, en una comparecencia feliz y sonriente para anunciar algo sobre los 400 euros de marras. ¿De qué se ríen? ¿Tanta gracia tiene anunciar que despoja de la ayuda a miles de trabajadores y trabajadoras? ¿Se están acordando de Andea Fabra y su que se jodan? Parece mentira que estuvieran anunciando que la mísera ayuda de supervivencia se le va a recortar a, sobre todo, mujeres y jóvenes, que el nuevo plan que acababan de perpetrar en el consejo de ministros -ya dudo si habrá que llamarle akelarre de los viernes- había parido nuevas condiciones para el acceso a la limosna, a la beneficencia. Todos los que tengan quien les dé de comer que se abstengan de tratar de ejercer ningún derecho, las mujeres con pareja -aquí ya no se ponen escrupulosos con lo del matrimonio, les vale la pareja de hecho- que las alimente, ya se pueden disponer a las labores propias de su sexo y condición o a integrarse en la economía sumergida del textil o del trabajo doméstico, aunque su sacrificio les haya servido para ir con la cabeza alta por ser auxiliar administrativa o por tener un doctorado.

Los jóvenes que se hayan semiemancipado con subempleos delictivos y se encuentren sin poder pagar el alquiler ni las lentejas han de volver a la casa paterna con complejo de inútiles, aunque les rebose el sobaco de diplomas y títulos, y tener que depender de los favores del libro de familia o de la pensión de los abuelos.

Por si acaso recordemos el viejo tópico popular: "Si te engañan una vez, culpa al otro; si te engañan dos veces, cúlpate a ti mismo".