Considero preferible que la cuestión de la educación diferenciada se haya presentado en plena atonía veraniega, no como recurso para rellenar páginas vacías de los diarios como piensan algunos simplistas, sino como ocasión propicia para, de una vez por todas, ganar la batalla de la libertad, de la legítima libertad de educar a los hijos según las preferencias de los padres, sin que estos tenga que pagar el doble por ejercitarla. Todo español tributa y con sus impuestos sufragan carreteras, sanidad, educación, y mil cosas más. ¿Por qué ha de pagar doble -su aportación a la educación general y, además, el costo del colegio no público elegido- si opta por la educación diferenciada? Si hay que reformar un artículo de la LOE, resto de la época socialista, para que la educación diferencia, perfectamente legal y nada discriminatoria según el sentir de la Unesco, reciba también dineros públicos, dinero de todos los españoles, también el de esos padres que optan por la educación diferenciada, que se reforme de una vez por todas y acabemos con una problemática que solo los sectarios enemigos de la libertad se empeñan en plantear con un falso banderín discriminatorio urdido en sus cabezas.