Mario Conde es sin duda, por acción o por omisión, el principal protagonista de los primeros días de la precampaña electoral en Galicia. La posibilidad, por ahora no descartada, de que concurra a las elecciones del 21-O es algo que inquieta a la dirección del Pepedegá y empieza también a sembrar preocupación en la calle Génova. En los últimos días el exbanquero y Núñez Feijóo intercambiaron mensajes, no precisamente amistosos, en comparecencias televisivas o en declaraciones a la prensa en las que quedó igualmente claro que se ponen muy tensos en cuanto a uno de ellos se le pregunta por lo que de él dijo el otro. Como quien dice hasta ayer, era habitual que coincidieran en actos públicos de todo tipo y se saludaran de forma cordial e incluso efusiva. Parecían estar en el mismo bando, si no en el mismo barco.

Hasta el día 15 no sabremos definitivamente si Sociedad Civil y Democracia presenta candidaturas al Parlamento Gallego y si el propio Conde es designado candidato a la presidencia de la Xunta. Para esa fecha el germen de SCyD tiene convocada en Compostela, a un tiro de piedra de la sede de los populares gallegos, una especie de conferencia política que será la que decida el futuro inmediato del nuevo partido en Galicia. El para ellos inesperado adelanto electoral cogió desprevenidos a los impulsores de una formación que antes de nacer ya genera una notable expectación. El tiempo juega en su contra a la hora de darse a conocer a la ciudadanía.

No obstante, como el interesado se esmera en aclarar, no es Conde quien promueve en realidad la nueva plataforma política. A don Mario lo convence gente muy próxima para que se embarque y sea la cara visible de un proyecto que dice no pretender disputar el espacio al PP, sino más bien ofrecer una alternativa netamente liberal a los sectores sociales decepcionados con las políticas erráticas de Rajoy y a todos aquellos que desde diferentes ámbitos reclaman en España una reducción del tamaño y el poder del Estado. El conflicto lingüístico hizo visible la existencia en A Coruña y en Vigo, como en otras ciudades gallegas, de movimientos cívicos liberales, reducidos pero activos y aguerridos. Ahí está el sustrato al que se dirige la simiente de SCyD.

A la vista de los movedizos resultados que arrojan las encuestas, lo que preocupa a Feijóo y al PP es que el partido de Conde pueda captar una parte, por pequeña que sea, del electorado conservador gallego que a día de hoy duda si votar a don Alberto o quedarse en casa, pero que en ningún caso apoyaría una opción de izquierda o nacionalista. No en vano, el gobierno autonómico se juega también esta vez en un puñado de votos. El propio presidente reconoció ante la cúpula nacional que tanto puede ganar por dos escaños que perder por uno. La cosa está en un pañuelo.

Lo que molesta a mucha gente en la sede del PP gallego y en San Caetano -y no lo ocultan- es la estrecha relación de amistad y admiración recíproca que hay entre el expresidente de Banesto y el clan de los Baltar. No se entiende a qué juegan en este caso los siempre intrigantes y díscolos "barones" ourensanos. No obstante, sabiendo que don José Luis y su hijo no suelen dar puntada sin hilo y que Conde se las sabe todas, en Santiago intuyen que debe tratarse de una estrategia provechosa para ambas partes. Está por ver en qué consiste concretamente. Sea como sea, lo seguro es que de entrada en nada beneficia a Feijóo.