Así, con un jueguecillo de palabras, abordaré la cuestión de la difusión del video privado de la concejala de Los Yébenes Olvido Hormigos, y toda la resaca mediática que está despertando el tema. Un asunto al que hoy dedicaré estas líneas, en el ánimo de compartirlas con ustedes y generar opinión y sano debate, y así salir todos enriquecidos de ello.

Miren... Mi postura es la reflejada en el titular: este tema solo se merece el olvido, pasar página. Es más, lo grave es que todos estemos enterados del particular, merced a toda la cancha que se le está dando a algo que pertenece a un ámbito estrictamente personal. Si es cierto que estamos hablando de una grabación privada que alguien difundió contra la voluntad de su protagonista, el verdadero objeto de nuestras conversaciones debería ser esto último. Lo único público aquí es el atentado contra el honor que supone tal difusión de imágenes de un ámbito estrictamente personal, sean del tipo que sean. Un tema en el que, estoy seguro, la justicia tomará cartas y resolverá. Con todo, insisto. Si los hechos son los referidos, doña Olvido Hormigos ni tiene que dimitir ni dar explicaciones de ningún tipo. Ni ha malversado fondos ni ha atentado contra el patrimonio de todas y todos, ni ha faltado al respeto a la ciudadanía ni tiene que dar a nadie cuenta de sus actos. En todo caso, a su pareja, en el ámbito más íntimo que todos tenemos y en el que tenemos que estar protegidos. Y, por supuesto, pedirlas a quien, supuestamente traicionando su confianza, le ha hecho esta faena.

Ni sé de qué va el video ni quiero saberlo. Pero sí sé que estamos hablando de un ámbito íntimo y personal. Por suerte, tenemos muchos siglos de historia en este país, y toda esa maduración de la sociedad hace que este no sea un entorno geográfico en el que una persona que ostente cargo público tenga que dimitir por un divorcio, por una simple discusión respetuosa con su pareja o por irse con otra u otro. Repito que estos asuntos han de dirimirse en el ámbito oportuno, entre los grupos de interés de cada una de estas incidencias. Si uno decide interrumpir una relación, por ejemplo, ¿qué tendrá que ver esto -salvo indicios manifiestos en contra- en su rendimiento como concejal? Y si uno decide grabar un video de carácter personal, lo triste y grave es que esto circule entre chascarrillos. La cuestión es por qué un tercero pone esto a disposición de personas a quienes la cuestión ni incumbe ni compete.

Da gusto, por otra parte, ver que esta postura que preserva las libertades personales concita el acuerdo entre Esperanza Aguirre y Elena Valenciano, por poner un ejemplo. Concuerdo hoy con las dos, y con las miles de personas que insisten en que la dimisión se presenta por otras cuestiones. Por esta, y dando por válida la actual versión de los hechos, la señora Hormigos lo que ha de presentar es una denuncia contra quien actúa en su contra, difundiendo material íntimo.

En fin... Como si no hubiese problemas más importantes que tratar que las acciones personales de quien lleva una vida pública solo en tanto que su desempeño político. Lo demás, lo de cada uno, es personal e íntimo. Y precisamente la conculcación de este principio es lo que constituye una afrenta a la persona interesada y, por extensión, a las buenas costumbres. Lo estrictamente de uno pertenece, precisamente, al ámbito de cada uno, y solo se puede entender el revuelo que se ha formado desde una visión ciertamente hipócrita o morbosa de la conducta humana...

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