El que ofrecen los partidos a la hora de confeccionar las listas electorales es uno de los espectáculos menos edificantes que uno pueda presenciar en el gran teatro de la política. Lo estamos viendo estos días, cuando se empiezan a perfilar las candidaturas de los distintos partidos y coaliciones para el 21-O. Junto a una lucha encarnizada y de personalismos en la que vale casi todo, se producen situaciones de lo más kafkiano, sobre todo en los casos de aquellas formaciones políticas en las que se interfieren mutuamente los mecanismos democráticos establecidos en sus estatutos y el poder fáctico de los llamados "aparato". Hasta allí donde funciona el ordeno y mando de un liderazgo fuerte pueden surgir serios conflictos a la hora de acomodar a los representantes de las diferentes "familias" o corrientes.

En el Pesedegá, una vez que Pachi Vázquez decidió ir por Ourense, ya apenas queda margen para la sorpresa. Aunque no le den su bendición los compañeros de la capital ni de Ferrol, el exministro Fran Caamaño será el número uno por A Coruña, que para eso es el líder provincial. En Pontevedra se sacan de en medio a Modesto Pose, porque es persona no grata para el "vazquismo" y apuestan por el portavoz parlamentario, Abel Losada, mientras que por Lugo la actual diputada elegida es Concepción Burgo, un comodín que les vale a todos los sectores. De lo que apenas va a quedar rastro es del "touriñismo". La exconselleira María José Caride, que era casi la última superviviente, ya no optará a un asiento en O Hórreo. También se cargan a Ismael Rego.

En resumidas cuentas, Vázquez se sale con la suya, o mejor dicho, con los suyos en los casos en que planteó batalla, algo que puede ser clave para su futuro político personal el día después, sea cual sea el resultado.

Nunca en el Bloque habían vivido un clima tan sosegado a la hora de cerrar sus listas. Es lo bueno de las escisiones: que ya no hay sector crítico para alborotar el gallinero. Los díscolos se fueron. Entre los que se quedaron es más fácil entenderse. Paco Jorquera, que va por A Coruña, se está metiendo aceleradamente en su papel de "presidenciable", ajeno al ajetreo de nombres y puestos. Mientras la UPG y las facciones minoritarias, con la intermediación de Guillerme, cubren los trámites para que Carlos Aymerich -un capitán Araña para sus excompañeros de Máis Galiza- encabece la papeleta de Pontevedra y Alfredo Súarez Canal acepte ser el cartel por Ourense. La actual portavoz parlamentaria, Ana Pontón, es la que más suena como primera candidata por Lugo, donde tampoco sería una sorpresa que entrara en liza el Antón Bao, hombre de los frentistas en el ayuntamiento lucense.

Núñez Feijóo ya tiene a estas alturas muy avanzadas las negociaciones con sus barones de confianza para cerrar en breve las listas del partido gobernante. Dicen que no va a haber sorpresas, ni tampoco desencuentros. Si acaso, el único interrogante, una vez más, está en Ourense. El eterno dolor de cabeza. Don Alberto ha de llegar a un acuerdo con Baltar júnior para dar con un nombre de consenso, que no se haya significado en las duras batallas internas ni suscite el rechazo frontal de ninguna de las dos partes. Será alguien de perfil muy bajo o bien un mirlo blanco, un fichaje sorpresa que no parece fácil a priori, con la que está cayendo. Sus íntimos aconsejan a Feijóo que no presente batalla abierta en ese frente, que deje hacer a los "baltares", para que sean ellos -y solo ellos- los que respondan de los resultados y no pueden echar balones fuera escudándose en las injerencias de Santiago. Tiempo y ocasión habrá después para pasar facturas. O de poner a funcionar la rebarbadora.