Por más que se esfuercen los partidos de la oposición y los sindicatos en decir lo contrario y en agitar el ambiente, Galicia afronta el nuevo curso escolar en una situación ventajosa con relación al resto de las comunidades. Aquí los recortes apenas se van a notar, en gran medida porque ya hicimos el grueso los deberes el año pasado por estas fechas. La asignatura del ajuste educativo duro quedó aprobada en aquel turbulento año lectivo que arrancó a las puertas de un otoño caliente con un par de huelgas sectoriales consecutivas y hasta tres manifestaciones bastante nutridas.

De algo nos tendría que servir tener las arcas autonómicas saneadas y ser los campeones autonómicos del equilibrio fiscal. No estamos para tirar cohetes pero jugamos con cierta ventaja. Los centros educativos gallegos seguirán recibiendo ordenadores, nuestros universitarios apenas sufrirán incremento en las tasas y podrán optar a ayudas que compensan en parte las becas suprimidas por el Gobierno y habrá más colegios e institutos plurilingües. Hay más plazas de comedor escolar, si bien se reduce el montante global de la aportación pública para sufragar el coste de los menús. Aquí, al menos por ahora, no rularán los tupper caseros que tanto están dando que hablar en otros pagos.

En la enseñanza obligatoria se reduce el número de profesores, ma non troppo. No serán los cerca de mil que dicen algunos sindicatos, si acaso menos de la mitad, según la Consellería de Educación, una cifra que, sea cual sea, en todo caso queda muy lejos de los 4.500 que pierde Andalucía, los 1.700 de Castilla-La Mancha y los 1.500 de la Comunidad de Madrid. Además, aquí la reducción no será traumática. Gracias a las jubilaciones, no hará falta suprimir plazas ni siquiera de interinos, que incluso se benefician de nuevos contratos, dice el conselleiro.

Eso sí, todos los profes, sin excepción, van a dar más horas de clase este curso. A los maestros de Primaria ya se les amplió el horario lectivo, que no el laboral, el año pasado, y ahora le toca a los de Secundaria. Es el mecanismo empleado por San Caetano para compensar la reducción de las plantillas y los claustros. Para la administración autonómica, menos docentes dando más horas de clase no tiene por qué empeorar la calidad de la enseñanza y menos si a fin de cuentas se mantiene la ratio profesor/alumno, cuando el Ministerio autoriza un incremento del 20%. Se trata, según el conselleiro Jesús Vázquez, de que el profesorado pase más tiempo en las aulas y menos en los despachos, los pasillos y los patios.

Feijóo está bastante satisfecho del balance de su gobierno en el ámbito educativo. Primero fueron el conflicto lingüístico y la eliminación de la gratuidad para todos de los libros de textos. Después la administración de recursos cada vez más escasos obligó a tijeretazos que en el ámbito gubernamental siguen considerando "sensatos" y entienden asumidos como irremediables por la mayoría social, que a día de hoy sigue considerando al sector docente un colectivo privilegiado. Pero lo más importante, cree la Xunta, son los índices positivos rubricados por instituciones más o menos neutrales, que certifican que en Galicia el fracaso escolar se redujo en cinco puntos en esta legislatura y que tenemos, a pesar de los sucesivos recortes, uno de los sistemas de enseñanza más equitativos. Don Alberto no se pone un diez en educación, pero piensa que se merece al aprobado, más alto que raspado. Cerca del bien aunque lejos del notable.