Hace cosa de un año, dieciséis de los más importantes empresarios franceses dirigieron una carta al gobierno de la república que presidía entonces el conservador Nicolas Sarkozy ofreciéndose a pagar más impuestos para ayudar al país y a Europa a salir de la crisis financiera. "Deseamos -rezaba el escrito- que se instaure una tasa excepcional que afectaría a los contribuyentes franceses más favorecidos. Somos conscientes de habernos beneficiado plenamente de un modelo francés y de un entorno europeo a los que estamos vinculados y que deseamos seguir preservando. El gobierno pide a todos un esfuerzo de solidaridad y nos parece necesario contribuir". La carta iba encabezada con la firma de la presidenta de L' Oreal (que luego se vería envuelta en un escándalo judicial) y por los presidentes, entre otros, de Peugeot-Citroën, Total y Societé Generale. Una buena parte de la opinión publica interpretó la iniciativa como un gesto de patriotismo financiero de cara a la galería ya que el sistema fiscal francés permitía tal cúmulo de desgravaciones a las grandes fortunas que estas solo pagaban un 35% del total de los impuestos recaudados mientras que el 50% de la población más modesta pagaba cerca del 45%. De hecho, la imposición de una tasa excepcional entre el 1% y el 2% sobre los ingresos de los contribuyentes que declaraban mas de un millón de euros al año apenas afectaría al 0,01 de la población. La moda de ofrecerse a pagar más impuestos por parte de los ricos la había lanzado en Estados Unidos el multimillonario Warren Buffet, preocupado por la posibilidad de una convulsión social que desestabilizase el sistema financiero imperante. Pero no tuvo demasiada respuesta en el resto del mundo. Y menos aún en España, país donde los técnicos de Hacienda calculan que una eficaz inspección fiscal podría destapar una defraudación de por lo menos 25.000 millones de euros al año. Han pasado doce meses desde que se publicó la carta de los empresarios franceses. El presidente de la República ya no es el conservador Sarkozy sino el socialdemócrata Hollande, pero la crisis financiera sigue su marcha destrozando economías públicas y privadas a su paso sin que nadie ni nada la detenga, como esos monstruos de las películas. Para paliarla, el nuevo presidente francés ha anunciado un ajuste presupuestario de 33.000 millones de euros en dos años en el que la mayor carga contributiva correrá a cargo de las grandes empresas y de las grandes fortunas. Y a tal efecto aprobará una tasa excepcional del 75% para las rentas superiores al millón de euros anuales. "Los que más tienen tendrán que pagar más", dijo Hollande al anunciar las nuevas medidas. La llamada del presidente de la república al patriotismo de los ricos tuvo una fría acogida entre los destinatarios del mensaje. El hombre más rico de Francia, Louis Vuitton (el de los bolsos que le regalan a la alcaldesa de Valencia, Rita Barberá), reaccionó pidiendo la nacionalidad en la cercana Bélgica, donde el impuesto sobre la fortuna y las sucesiones es mucho más favorable que en Francia. El patriotismo de los ricos siempre fue cuestionable. El capital no tiene patria. Desde que gobierna Rajoy algunos patriotas se han llevado casi doscientos mil millones de euros a lugar seguro.