Continúa la guerra civil en Siria, contienda en la que, a juzgar por lo visto en la tele, es difícil saber quiénes son más brutos, si los gubernamentales o los rebeldes. Las atrocidades no cesan y las ejecuciones sumarias de prisioneros en ambos bandos están a la orden de día. Igual que lo sucedido en Libia, guerra rematada a favor de los revolucionarios merced a la ayuda de las naciones occidentales, las cuales no pudieron evitar barbaridad alguna de uno y otro bando. Para muestra un botón: el vesánico linchamiento del derrotado Gadafi, poco menos que televisado en directo, a cuyo lado las filmaciones de la ejecución en Rumanía del matrimonio Ceausescu quedaron a nivel de pellizco de monja.

En Libia el nuevo gobierno (?) nada controla o nada quiere controlar. En agradecimiento por la ayuda prestada para erradicar al régimen gadafista, el consulado USA en Bengasi ha sido atacado y el embajador Stevens y tres funcionarios americanos asesinados, acaso con la anuencia de la guardia de seguridad libia que se abrió en cuanto vio que las masas asaltaban la legación, excitadas por un vídeo difundido en YouTube que fustiga al Profeta. Llueve sobre mojado, en los últimos meses se produjeron atentados contra el embajador británico y contra funcionarios de la Cruz Roja. Cría cuervos y te sacarán los ojos.

Como era de esperar, Barack Obama dispuso el refuerzo de sus instalaciones diplomáticas enviando un destacamento de cincuenta hombres especializados en la lucha antiterrorista, marines que estaban en Rota dándole al fino y al pescadito frito. También han llegado a las costas libias dos destructores de la VI Flota, y los drones, los aviones no tripulados, sobrevuelan la zona. Doscientos años después los marines vuelven a las arenas de Trípoli como reza en su himno.

Próximo episodio: La venganza de Obama. Suena a título de western, de esos en que el chico impone la ley y el orden a tiro limpio. El honor USA está en juego, en noviembre se celebran elecciones presidenciales y, no lo olviden, en Libia hay petróleo a mazo...