Si no hay necrológica mala, las despedidas políticas tampoco son mancas. Esperanza podría subir en vida a los altares, lo que no es serio. Yo la veo solo como un ejemplo de lo que en España se entiende por liberalismo: privatizar lo que se pueda en economía, privatizar para uno mismo los medios de opinión públicos y desprivatizar la vida privada, haciendo moral reaccionaria con todos los ripios, sin dejar uno. En España deberíamos importar liberales de Inglaterra, Alemania o Bélgica, y cruzarlos con los indígenas, aunque tal vez sería perder el tiempo. Como persona, Esperanza me cae bien: es lista, resuelta, valiente, a ratos tiene gracia y sabe estar, aunque finja que no. Pero como política la admiración que entre no pocos suscita da la medida de sus admiradores. Y ya casi nadie habla de cómo subió al poder (el "tamayazo"), en una de las jugadas más siniestras de nuestra democracia.