Imagino que al saber que el paciente era sacerdote y ver en la mesilla un rosario, aquella enfermera del Hospital del Salnés se animó a pedir al sacerdote que le enseñase a rezar el rosario. Yo acompañaba al sacerdote, ya mayor, que hubo de ser ingresado allí urgentemente, y oída la petición avisé que me trajesen unos dípticos muy sencillos, editados por el colegio Montespiño, donde figuran todos los misterios y las letanías del rosario. Ignoro si eran 8 o 10 los tarjetones traídos, pero se agotaron todos porque tras María, fueron Paloma, Ofelia y varias más, entre enfermeras y auxiliares, las que también querían rezar el rosario. No acaba ahí la historia porque Geni, apelativo familiar de Genoveva, de una localidad próxima a Catoira, que me impactó verla leyendo, al igual que al marido, la última obra de una novelista australiana muy en boga, mientras se turnaban acompañando a su nonagenario padre que ocupaba la cama contigua a la de mi paciente, también ellos se quedaron con otros guiones para recitar el rosario, y algún día incluso nos acompañaban cuando mi paciente y yo lo rezábamos. ¡Vaya, para que luego digan que el rosario ha pasado de moda!