Disculpen los que sufrieron este folio durante agosto pasado en el que procuré desgranar las virtudes del la reforma de Wert llegando a conclusiones veraces que la recluían en el colmo de lo retrógrado, en la postura más opuesta a las imperiosas necesidades del sistema de encontrar remedios al abandono prematuro y al fracaso del sistema.

Hete aquí que todas las valoraciones hechas sobre borradores se ven superadas por el texto, ya real, del anteproyecto presentado al consejo de ministros.

Creo que ignora la realidad que quiere cambiar, este señor legisla para la España de su infancia en la que hacíamos el ingreso al Bachillerato ante el tribunal con los dos profesores de ciencias y letras y el cura del catecismo, antes de entrar en 1º a estudiar las comarcas de todas las provincias españolas, actividad muy beneficiosa para quien preparase 12 años más tarde oposiciones a notario, pero inútil para la mayoría que siguen sin saber orientarse con un plano.

Este señor ignora que los profesores saben algo o mucho de psicología evolutiva, de las diferentes fases de maduración de un chaval. Después de que sus alumnos hubiesen pasado tres años en Educación Infantil, un maestro de Primaria sabe perfectamente qué alumnos se soltarán a leer a la vuelta de vacaciones de Navidad y cuáles no, seguramente por haber nacido en noviembre o diciembre, frente a los de enero o febrero. Sin magia ni reválidas ni evaluaciones externas...

Recuerdo algún viejo maestro que cuando llegaron a la escuela novedades como la evaluación continua, es decir, la basada en observación y valoración constante de los progresos del alumno o de sus retrasos, se lo tomó como que tenía que hacer examen día sí y día también, sin avisar. Pues lo del ministro viene siendo algo parecido, una de las novedades que nos trae el nuevo texto es la de una especie de reválida a los niños de 8 años para ver si alcanzan los correctos niveles de lectoescritura y de operaciones aritméticas. Es algo tan rancio, carca e inútil que no resiste un mínimo de rigor técnico desde el punto de vista didáctico.

Pero sostiene algo peor, detrás de este razonamiento está la desconfianza en el profesor, de verdad cree el ministro que la inmensa mayoría de los maestros y maestras del país son tan inútiles que después de pasar cuatro o cinco horas diarias con el mismo grupo de alumnos no saben de sobra el nivel académico de cada uno de ellos sin necesidad de pasarlos por los rayos X, sin necesidad alguna de examen preparado y corregido por alguien ajeno al aula de la que hablemos. De verdad cree que es preciso amenazar a los niños y las niñas con el ogro de lo desconocido, con la inseguridad de si sabré o no sabré lo que me preguntarán.

De verdad cree el ministro que se refuerza la valoración del trabajo docente, el prestigio social, el respeto que dice defender cuando se pone en duda que el profesional que atiende a esas criaturas puede no saber evaluar su trabajo.

Si de verdad pensase en mejorar la calidad de la enseñanza no escatimaría la presencia de personal cualificado en los centros para atender los casos más graves, con tiempo suficiente para atender a los alumnos, que sí se conocen antes de los 8 años, que precisan atención personalizada y especializada, pero eso ya es asignar recursos para la calidad, es más barato examinar.