Las grandes ideas llegan al mundo tan suavemente como las palomas. Quizás, entonces, si escuchamos con atención, oiremos, en medio de la conmoción producida por imperios y naciones, un tenue aleteo, al tímido despertar de la vida y la esperanza" (Albert Camus)

Se habló del 15-M. Ahora se alude al 25 de septiembre. ¿Cómo explicarnos que el actual descontento se exprese solo mediante una fecha? ¿Cómo interpretar que tal cosa implica que, en el momento presente, no hay ni partidos políticos ni tampoco ideologías que canalicen los clamores y frustraciones de una ciudadanía atónita e indignada ante el hecho de que los derechos se recortan, de que el bienestar se difumina, de que se lesionan prestaciones públicas, sin que todo ello suponga un cataclismo social?

Ayunos de ideología, huérfanos de referentes en el análisis del presente. Solo nos queda rendir culto al día en que la indignación se manifiesta. No hay santoral de pensadores al que acudir. No hay altares para la catarsis de la crispación social.

El día y sus afanes. El día y sus trabajos, parafraseando a Hesiodo. Un día que no tiene nombre que lo santifique. Un día que no tiene nombre al que referirse.

Cierto es que las movilizaciones sociales tienen símbolos y estandartes, letras y consignas, pero acaso todo ello no pase de ser una cosmética más desvirtuada que nunca. La fuerza de las jornadas de las protestas está en algo tan metafísico como la fecha, y no en el discurso, más justificado que nunca, a la contra de lo que sucede.

Cuando los partidos políticos no son más que maquinarias electorales al servicio de los intereses de sus cuadros dirigentes, dejando a la ideología el triste papel de mero envoltorio cada vez más prescindible, el clamor ciudadano toma la palabra haciendo frente a todo aquello que lo provoca, incluidas las formaciones políticas. Cuando los sindicatos tienen menos fuerza que nunca para hacer frente a los atropellos que sufren aquellos a quienes dicen defender, lo que queda es la presencia ciudadana en la calle, organizada en gran parte gracias a las redes sociales. Presencia sin liderazgo político, presencia sin la protección de una ideología que la atrinchere.

Fechas sin líderes. Fechas sin discursos. Fechas para la protesta. Sea el 15-M, sea el 25 de septiembre. Se puede argüir que esto no es nuevo, que esto de lo que hablamos empezó hace más de 40 años, en mayo del 68. Pero Sartre y otros estaban allí.

Por eso, acaso no sea disparatado pensar que el momento en que vivimos pertenece a aquellas etapas de la historia en las que el hombre se sintió más solo que nunca. Nos costó vivir sin dioses y sin Dios. Acaso ahora nos cueste lo suyo vivir sin pensadores y sin discursos.

Nos queda el clamor y la ira. Nos queda la indignación. Nos queda la palabra, aún no moldeada, por la poesía y el pensamiento. Mientras tanto, nos agarramos al día, es decir, a la historia.