En rigor, el caso catalán es uno de los menos virulentos. Quienes estudiaron derecho constitucional comparado conocen los diversos modelos de articulación asimétrica que absorben tendencias soberanistas, e incluso separatistas a cara de perro. Lo que plantea CiU no se parece ni de lejos al bronco litigio de walones y flamencos en Bélgica, o al enfrentamiento de francófonos y anglófonos en Canadá, compatibles con el hecho de estar en Bruselas la capital de la UE y en Ottawa la de una de las grandes economías nacionales del presente. Los estupendos corresponsales de TVE en Londres, Bruselas y Berlín explicaron el otro día en román paladino los diferentes modelos constitucionales, y no sobrará insistir en esa pedagogía popular, no académica, para desdramatizar la cuestión catalana. Artur Mas remite a la próxima legislatura el referéndum autodeterminista, que promete convocar por las buenas o las malas. Ese plazo expirará en noviembre de 2016, ojalá que con tiempo suficiente para estar en línea de crecimiento. Menos agobiados por la crisis, tal vez sea posible avanzar por las buenas si la contundencia de la realidad española y europea no devuelve antes el soberanismo a su esfera radical. La gran burguesía industrial no está por arriesgar el mercado español, y de poco vale que el president insista en que las exportaciones ya superan en dos puntos las ventas internas. Dos mercados son mejor que uno, y estos "ideales" han primado hasta ahora sobre los político-ideológicos. En la hoja de ruta de Mas pueden aparecer facturas disuasorias.

Entretanto, será bueno recordar que Escocia negocia con Londres su referéndum secesionista para 2014, con diferencias probablemente salvables sobre la pregunta a formular a los escoceses -no a todos los británicos- y sobre la explotación del mar petrolífero que baña las costas norteñas. Pura poesía. Baviera pugna por desarrollar un potencial que cree coartado por los flujos redistributivos del sistema federal. Un sistema, por cierto, que difiere del que pintan aquí conservadores y socialistas. La igualdad es inviable en el corsé de la simetría absoluta. Si son desiguales los territorios españoles a federar, la única tesis de igualdad reside en tratarlos desigualmente. Es lo que reivindican Escocia y Baviera sin amenazas y cuidando los mercados interiores. Los escoceses hablan inglés y alemán los bávaros. Los catalanes también hablan un magnífico español. No hay razones éticas o democráticas que impidan negociar los cambios constitucionales que procedan. La asimetría del federalismo USA empieza por la pena de muerte, legal en unos estados y no en otros. Esa sí que es desigualdad.

Artur Mas nos ha tocado las narices en un momento difícil para todos, tratando de diluir sus errores intransferibles en una reivindicación menos salvaje de lo que aparenta. Lo que esto reporte a su partido y a él mismo es problema que les atañe localmente. La cuestión catalana es lo que hay que debatir "cuanto toque", pero con menos crispación.